24 de Marzo de 2004.
“Armando Capriotti no va a olvidar mientras viva,
el día en que Luis Barrionuevo le pidió que lo acompañara
en la aventura de manejar Chacarita Juniors.
- ¡Pero si yo soy hincha de San Lorenzo, Luis! le dijo a modo de excusa.
- ¿Y eso a quien mierda le importa ?... Yo soy fana de Independiente ¿y que?
El fútbol es muy importante para la política, tanto como tener guita, Armando.
Dale... acompañame, vas a ver que entre los dos vamos a hacer grandes cosas,
le respondió Barrionuevo”
el día en que Luis Barrionuevo le pidió que lo acompañara
en la aventura de manejar Chacarita Juniors.
- ¡Pero si yo soy hincha de San Lorenzo, Luis! le dijo a modo de excusa.
- ¿Y eso a quien mierda le importa ?... Yo soy fana de Independiente ¿y que?
El fútbol es muy importante para la política, tanto como tener guita, Armando.
Dale... acompañame, vas a ver que entre los dos vamos a hacer grandes cosas,
le respondió Barrionuevo”
ÍNDICE DE CAPITULOS
1. La delegación barrionuevista al Mundial de Francia de 1998.
2. El recontraalcahuete de Menem y Duhalde 99.
3. La guerra civil de La Doce y la conexión funebrera.
4. La gloriosa banda tiene jefe bostero.
5. Villa Loyola copa Villa Maipú.
6. Cuando Chacarita no sufría de Barrionuevismo.
7. El gobierno de Zucotti.
8. Barrionuevo desembarca en San Martín.
9. El Génesis de la actual barra (según el evangelio de San Turi)
10. Cumbia Villera
1. LA DELEGACION BARRIONUEVISTA AL MUNDIAL DE FRANCIA DE 1998
El Mundial era el último megaevento del siglo XX. El menemismo, los grandes empresarios, los bancos, las modelos, los artistas y hasta su amigo Maradona lo iban a usar para promocionarse. ¿Por qué él, José Luis Barrionuevo, no iba a hacer lo mismo?
Como se había autoproscripto - porque el miedo a los viajes largos en avión aún era una materia pendiente - se le ocurrió que la mejor solución era transformar a Frankenstein en Heidi.
Sí durante veinticinco años la barra brava de Chacarita había sido una especie de monstruo mitológico que se comía a los chicos crudos, ahora él la transformaría en una barrita de amigos tan simpáticos como Marcelo Tinelli y sus "gomas".
De paso le mandaría un mensaje al "viejo Grondona": si él, José Luis Barrionuevo, era capaz de manejar a los violentos del fútbol, ¿por qué no podría - algún día - conducir la AFA? Ese filón de oro daba más dinero que las vetas a cielo abierto de las minas del Farallón en su Catamarca natal.
El viaje de los diez barras de Chacarita a Francia en el Mundial de 1998 fue la última gran idea exitosa de Barrionuevo.
Durante un mes, junio-julio del 98, a eso de las siete u ocho de la tarde, Raúl Escalante (a) "Muchínga" le pasaba a Capriotti un parte diario de novedades. Podía ser desde París como desde Marsella o Saint Etienne.
Barrionuevo invirtió mucho dinero en esta operación de marketing. Es cierto que habría duplicado los costos si no hubiera contado con apoyo político.
La agencia oficial de la A.F.A le consiguió pasajes promocionados y la estadía en París les salió baratísima, porque compartió los gastos de alojamiento con la troupe menemista de Carlos "Tula" y sus murgueros. Todos vivieron en un convento de monjes trapenses que estaba lejos del centro, camino a La Defensa. Era un lugar ideal, alejado de los periodistas argentinos y de ambiente recoleto.
Nunca antes un dirigente de fútbol había destinado entre 50.000 y 60.000 dólares para que diez barrabravas presenciaran en vivo un Mundial. Tampoco nadie lo promocionó como Barrionuevo mismo.
Antes del viaje Barrionuevo hizo una conferencia de prensa donde "Muchinga" y sus acólitos pusieron su mejor empeño para aclararle a la “maldita” prensa que el viaje se financiaba en buena medida gracias al aporte generoso de sponsors amigos y a las rifas de pelotas y souvenirs que vendieron por todo el partido de San Martín. Querían dar la imagen de una estudiantina lista para partir en viaje de fin de curso a Bariloche.
Con el tour a Francia de la barra de Chacarita, Barrionuevo buscó dar otro golpe de efecto mediático.
La idea se le había ocurrido una tarde mientras jugaba al golf en Mar del Plata.
- ¡Holaaa, Armando!, ¿Cómo andas?, ¿Qué hora es allá?, ¿Estás durmiendo? Despertare, viejo.
- No, no, "Muchi". Ustedes están adelantados, acá son las ocho de la noche.
- Ah ¡¡bueno!! nada. Te llamaba para decirte que ya estamos en el convento. El viaje fue un bardo pero todo está de diez. La cana nos revisó los pasaportes en el aeropuerto. Nos miraron de arriba abajo. Pero nadie nos dijo que estuviéramos en una lista especial de la Interpol ni ninguna de esas mierdas.
- ¿Viste que yo te decía que te quedaras tranquilo? Igual hay que andar con cuidado, "Muchi". Acordate de lo que les dijo Luis. Los tienen a todos marcados. Tienen la ficha de ustedes y al menor quilombo los meten en cana. ¿Están todos juntos en el convento?
- Sí, acá lo tengo al lado mío al "Pájaro", que está cagado de hambre y me rompe las pelotas para ir a morfar un "sánguche".
- ¿Te gustó París, "Muchi"? ¿Dónde estuviste en la fiesta? Yo la miré por la tele pero no los ví por ningún lado...
- Y sí, Armando, si hay como un millón de monos en la calle. Te juro que nunca vi tanta gente junta. Al que lo vimos fue al "Presi", fuimos con el "Tula" hasta el hotel. Hasta se sacó unas fotos con nosotros y todo. Estaban unos escoceses con pollerita y el "Turco" se les arrimó y se sacaron una foto juntos. ¡Es un hijo de puta! ¡Un capo, el chabón! Igual que los escoceses, también son unos capos. Andan todos en pedo con las cajas de cerveza abajo del brazo. ¡Chupan más que nosotros! ¿Sabes lo que hicieron después? Se pusieron en pelotas y se bañaban en las fuentes de las plazas. Y la Policía no les hacía nada. Todos se cagaban de risa...
- Bueno, "Muchi", no hables más, cuida el celular, cuídate mucho y no se metan en nada raro. ¿Vos manejas la guita? Ojo con lo que hacen ¡¿ehhh?!
- ¡Armando!, decile a Luis que se quede tranqui. Que estamos acá para hacer "la amistad". No nos vamos a pelear ni con los bosteros ni con los de Lomas. ¿Sabías que también están acá el "Loco" Ciani, el de Banfield, y el "Old" de "Lafe"? (jefe de los barrabravas de Laferrere.) Bueno, decile a Luis que mañana vamos a ir al museo del coso ese de la pirámide. Decile que nos vamos a sacar una foto ahí, con la bandera de "Chaca" de fondo, y otra arriba de la Torre, y se la vamos a llevar para que vea que la "murga de los Tricolores de San Martín" tenemos aguante. Chau.
Armando Capriotti nunca se olvidará de las aventuras de "Muchinga y los muchachos" en el Mundial de Francia 98. Las siguió con tanta pasión e interés que siempre creyó que podía escribir un libro con las anécdotas de ese viaje estrambótico.
Cuando le contaban sobre las noches de juerga que pasaron en el barrio de las prostitutas en Montparnasse, Capriotti siempre tenía el mismo pensamiento: se imaginaba a mujeres bellas y lánguidas compartiendo el lecho con "Bebote" o el "Boli Chaca". Mujeres que sólo puede soñar la imaginación de un escritor recibiendo resignadas los homenajes de criaturas que parecían creadas por la pluma realista de Emile Zola.
A Capriotti lo traicionaba su formación intelectual que era excelente por otro lado pues había sido discípulo aplicado de Don Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz. No podía dejar de pensar que no hubiera estado nada mal que Luis lo mandara a él al Mundial.
Después de todo, el titular de la AFA y directivo de la FIFA, Julio Grondona había enviado a más de cien dirigentes con sus mujeres o sus amantes a tomar sol y alentar a la Selección de Daniel Passarella. Tenían copado el hotel más bonito de Bordighera, Icalia, enclavado sobre las rocas de un peñón que da a una garganta del Mediterráneo. Durante todo junio-julio de 1998, el mes del Mundial, la multitudinaria delegación de dirigentes de la AFA desayunaba contemplando la vista panorámica de la bahía de San Remo.
Era una injusticia, rumiaba Capriotti, que los diez hinchas de Chacarita visitaran el Louvre como si fueran a la feria de La Salada y él tuviera que controlarlos desde Buenos Aires. Pero así lo había dispuesto Barrionuevo, y así fue nomás.
Esos malos pensamientos lo asaltaban cada tanto. Como la noche en que "Muchinga" le contó que por fin había ido al Louvre.
“¡Qué desperdicio!", pensó Capriotti, mientras "Muchi" se reía de la "poronga esa de vidrio que está a la entrada". El tour de la barra de Chacarita por el museo más famoso de la Tierra no duró más de media hora. Les agarró un ataque de risa y los turistas los miraban con mala cara. No podían fumar y la muestra arqueológica dedicada a cerámica china del siglo IV antes de Cristo les resultó demasiado densa. Cuando iban saliendo a uno de ellos se le ocurrió que tenían que sacarse una foto arriba de las escaleras mecánicas. Un guardia con traza de marroquí los disuadió con un gesto universal. Cuando volvieron a las Tullerías, "Muchinga" y los suyos recuperaron el buen humor.
Pero Capriotti también se acostumbró a ese contacto telefónico diario con sus muchachos (él los había seleccionado en un casting estricto donde premió la buena conducta y la lealtad). Le resultaba muy divertido escuchar sus cuentos. Como el de la noche en que se descontrolaron después de mezclarse entre la multitud que copó las calles de París en la Fiesta del Orgullo Gay,
- Armando, esto es una locura. Los muchachos están de la gorra. Nunca vieron tantos putos juntos. Están todos disfrazados y andan en carrozas. Se dan besos de lengua, se franelean en la calle - le contaba "Muchinga", que parecía no salir de su asombro -. Es como un cabaret gigante con miles de travas sueltos
Capriotti no podía aguantar la risa cuando escuchaba esas descripciones. Hacía un esfuerzo pero no podía imaginar nada más grotesco que el cruce entre sus embajadores de San Martín y los miles de gays y lesbianas de los cinco continentes que habían confluido en París para dar su testimonio universal.
Esa noche, después de cortar con "Muchinga", lo llamó a Barrionuevo para, por lo menos, reírse un rato juntos.
O la tarde del partido Argentina - Jamaica, cuando vio por la tele a "Pajarito" y a "Teté" abrazados, como si fueran íntimos amigos, con un grupo de jamaiquinos que se fumaban un "caño" descomunal. Estaban en la puerta del Parque de los Príncipes. Los jamaiquinos parecían reencarnaciones de Bob Marley; repartían margaritas y cantaban reggae. "Pajarito" y "Teté" les seguían el tren mientras trataban de pescar un faso king size.
Recién a la vuelta del Mundial "Muchinga" le contó, en confianza, algunas picardías.
Como la tarde en que en la puerta de la cancha de Toulouse les robaron - en yunta con un grupo de "Los Borrachos del Tablón" de la banda de River Plate - la máquina de fotos a unos turistas japoneses.
O cómo casi caen presos en Marsella por querer colarse sin pagar en el tren bala que une París-Marsella a 230 kilómetros por hora.
O cómo se escaparon sin pagar la cuenta en un barcito que está adentro del castillo de Carcassonne, donde estaban comiendo pizzas la noche anterior a que la Argentina le ganara 1 a 0 a Japón.
Lo que nunca le contó "Muchinga" - Capriotti se enteró por otras fuentes - fue del arrugue de los barras bravas argentinos en la plaza central de Saint Etienne el día del partido Argentina - Inglaterra.
Ese mediodía los hoolligans ingleses habían copado la parada cantando "Dios salve a la reina" y tomando hectolitros de cerveza Heineken. La barra de Chacarita - junto a un grupo disperso de hinchas de las barras de Rosario Central y Racing - se acercó a mirar de qué se trataba.
Cuando los hinchas ingleses los detectaron comenzaron a cantar cada vez más fuerte y a avanzar hacia los argentinos. Ninguno dio la orden, pero todos los argentinos se dispersaron casi a la carrera. Se reagruparon recién a tres cuadras de donde habían comenzado a correr.
A principios de julio del 1998, "Muchinga" y los otros nueve barras funebreros regresaron -sanos, salvos y sin haber caído presos - a Ezeiza. Les sellaron el pasaporte y no tuvieron que pagar multas por exceso de equipaje. Volvieron bronceados por el sol del Mediterráneo, y con una valija repleta de camisetas de Holanda, Brasil, Colombia, Irán, Jamaica y Japón que sistemáticamente habían robado a indefensos turistas extranjeros.
Se portaron tan bien que Muchinga y el resto de los embajadores de Barrionuevo se negaron a colaborar políticamente con el M.N.A - Movimiento Nueva Argentina.
El M.N.A (Movimiento Nueva Argentina) era una organización política peronista que en plena dictadura militar de Onganía el 28 de septiembre de 1969 bajo el nombre de “Operativo Cóndor” secuestró en pleno vuelo un avión de Aerolíneas Argentinas.
Se trataba del primer secuestro en el mundo por motivos políticos de una aeronave dentro de la historia de la aviación comercial.
El grupo comando lo desvió de su destino original y lo obligó a aterrizar en las Islas Malvinas justo cuando se encontraba de visita en la Argentina y con motivo de jugar un partido de polo en el Club Hípico Miltar San Jorge, el príncipe británico Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II de Inglaterra.
Durante dos días resistieron con las escasas armas de fuego que poseían, el cerco de los integrantes de las autodefensas británicas de las islas logrando mantener izada durante 48 horas la bandera argentina en Port Stanley (al que habían rebautizado bajo el nombre de Puerto Gaucho Rivero, en honor al criollo que en el siglo XIX resistió en las islas la invasión inglesa).
Solo aceptaron rendirse ante un sacerdote católico que se encontraba destinado en el archipiélago.
El general Onganía - muy ofuscado por el papelón que le habían hecho pasar con la realeza británica – negoció con el gobierno inglés la entrega de los comandos argentinos y los mandó meter presos acusándolos del delito de “Traición a la Patria”. Los jefes del operativo recibieron una condena de tres años de prisión efectiva en el presidio de Tierra del Fuego. El resto de los integrantes recibieron nueve meses de prisión. (Para más información sobre esta hazaña militar protagonizada por civiles consultar el siguiente link: http://quadrelli.blogspot.com/2009/04/que-fue-la-operacion-condor-1966.html )
Con ocasión del Mundial de Francia de 1998, esta organización peronista con posiciones muy cercanas al nacionalismo revolucionario latinoamericano había viajado a París para reclamar en nombre de la nación y pueblo argentinos la devolución de las Islas Malvinas.
Sin embargo era la época en la cual el presidente argentino Menem, tirando por la ventana el tradicional nacionalismo peronista, llevaba adelante y a rajatabla su política de “relaciones carnales” con Estados Unidos y Gran Bretaña y proclamaba sin vergüenza alguna su amistad con Bush padre mientras por indicación del FMI privatizaba obedientemente a favor de las multinacionales extranjeras y los monopolios locales socios de aquellas, todo el patrimonio argentino (petróleo, gas, carbón, hierro, aeropuertos, puertos, energía eléctrica, teléfonos, aviación comercial, flota mercante, carreteras y autopistas, seguros y bancos, etc.). Lo que la dictadura genocida de Videla y Viola no se había atrevido o no había tenido tiempo de hacer, lo hacía impunemente el dirigente riojano olvidándose de la doctrina de Perón y Evita mientras hipócritamente cantaba con irónica sonrisa la estrofa “combatiendo al capital” de la marcha peronista.
Luis Barrionuevo - que en esa época seguía proclamándose orgulloso recontraalcahuete de Menem - no podía permitir que “sus muchachos” aparecieran ligados a posiciones anti-inglesas o anti- norteamericanas. Así que los instruyó detalladamente respecto que debían rechazar la invitación que los militantes peronistas del M.N.A les iban a efectuar.
Fue la primera vez en la historia de la hinchada de Chacarita Juniors que un grupo de hinchas funebreros le daba la espalda a una causa nacional y popular como el reclamo por la soberanía argentina de las Islas Malvinas. Pero ése era el precio a pagar si se pretendía ser “soldado de Menem y Barrionuevo”. Y “Muchinga” y sus amigos estaban dispuesto a pagarlo con creces a cambio de estar bajo el ala protectora del poder menemista y barrionuevista.
Barrionuevo pagó un asado de bienvenida a casa a “Muchinga” y el resto de la embajada. Se sirvió, con ensaladas mixtas y vino tres cuartos, en el "Polideportivo" Champagnat. Allí los felicitó por la buena conducta y, cuando levantaron las copas de champaña para brindar, les auguró un futuro brillante.
Para hacer ese pronóstico, Barrionuevo debió de haber consultado el oráculo de alguna bruja profesional de las buenas, porque terminó yéndole tan mal como a Carlos Menem cuando la bruja del presidente le pronosticó que conseguiría (después de dos períodos presidenciales 1989-1995 y 1995-1999) un tercer mandato: la re-re-elección en 1999.
Todo, absolutamente todo lo que vino después en Chacarita fue nefasto para las aspiraciones de poder de Barrionuevo.
Apenas tres meses después, la inversión del Mundial se había perdido por culpa de la incontinencia verbal de su proverbial bocaza.
2. EL RECONTRAALCAHUETE DE MENEN Y DUHALDE 99
El 24 de octubre de 1998, Chacarita, recibió a All Boys en San Martín. En el entretiempo los de San Martín comenzaron a cascotearse con los de Floresta.
Barrionuevo estaba en la platea y salió disparado hacia la cabina de transmisión. Agarró el micrófono y les pidió calma a los suyos con argumentos poco ortodoxos: " No entremos en provocaciones... Estos muertos de All Boys vinieron a provocarnos, pero no entremos en el juego. No existen. Son unos muertos".
Mario Gallina, director de Seguridad Deportiva bonaerense de Duhalde, pidió la clausura de la cancha de Chacarita. Como prueba le mostró a Duhalde un video donde se veía a Barrionuevo en el momento exacto en que hacía su arenga. El escándalo salió en los diarios y por TV.
La prensa en general leyó los incidentes como parte del feroz enfrentamiento que libraban el presidente Menem (peleando por su re-re-elección) y el ex vice presidente suyo Duhalde, que se negaba a aceptar una tercera postulación de Menem porque de esa manera el gobernador bonaerense Duhalde era número puesto en la Rosada en las elecciones presidenciales del año 1999. Esos análisis interpretaban los disturbios como una cama del duhaldismo contra el recontraalcahuete del “Presi” donde los “pibes” de Floresta, a pesar de ser porteños, realizaron el trabajo sucio encomendado por el aparato bonaerense de Duhalde.
Sin embargo, las motivaciones políticas que habían disparado los incidentes eran exactamente al revés. No era una cama de Duhalde contra Barrionuevo sino muy por el contrario una cama mandada hacer por el riojano contra el catamarqueño. Es que el jefe nacional de los gastronómicos había comenzado su retirada del menemismo (convencido de la imposibilidad material de la re-re-elección de su jefe) y se encontraba en pleno viraje político con armas y bagajes hacia las posiciones políticas de su viejo enemigo Duhalde, convertido de la noche a la mañana en su nuevo referente. La artífice del pase político del año era su mujer Graciela Camaño, incorporada ya en ese entonces de manera secreta al círculo íntimo de Chiche Duhalde.
Por lo que uno de los sectores ultras del menemismo, disgustado por los movimientos políticos poco claros de Barrionuevo y olfateando una inminente traición del dirigente gastronómico montó una provocación a cargo de la barra brava de All Boys convenientemente “aceitada” por personal civil de inteligencia de la “federica” (PFA) obedientes al ministerio del interior. Apostaban que el choque entre ambos sectores de marginales salpicaría a Barrionuevo y podía entorpecer el desembarco del gastronómico en las playas duhaldistas.
Preocupado por los efectos negativos para su imagen, Barrionuevo llamó a Duhalde y le pidió un favor. Lo hizo a su estilo y con su léxico despojado.
- Eduardo, por favor, frénalo al pelotudo ese de Gallina. ¿Me quiere cagar el perejil ese? ¿Cómo puede ser que este coso me quiera suspender la cancha? ¡Está loco! Fíjate, porque detrás de esto debe estar alguien del gobierno que me quiere joder a mí. Hay muchos allí a los que no les gusta que yo me vaya con vos. Avisale a ese vigilante-referí que ahora vos y yo jugamos juntos.
No hizo falta ninguna presión adicional. Duhalde siempre se mostró permeable a los planteos de "Luisito".
Un mes después, en noviembre de 1998, a Gallina, “el Cabezón de Lomas” lo hizo renunciar a su cargo. Es que Duhalde buscaba con desesperación sumar voluntades para llegar al gobierno en 1999 a través de los votos. Es que Duhalde era consciente que el principal apoyo político y económico para sus eventuales contendientes y adversarios de octubre de 1999 por la presidencia estaba en la Rosada y era nadie más ni nadie menos que el presidente de la Nación.
Aquel incidente, sólo en apariencia menor (todavía hoy, cuando el tema violencia en el fútbol recrudece, TVR suele mostrar ese video), fue un presagio de la catarata de infortunios que le sobrevendrían a Barrionuevo y a su ejército de marginales.
Barrionuevo ya no podría volver a decir con orgullo aquello de los hinchas de Chacarita son monjitas que van a la cancha con la Biblia.
El 3 de marzo de 1999 (menos de cinco meses después de su arenga contra los hinchas de All Boys) se hizo evidente que la utopía de Barrionuevo como jefe de una barra de carmelitas descalzas era nada más que una vana fantasía.
El virus de la disolución interna se estaba gestando en el cuerpo corroído de la barra brava de Chacarita. Y Barrionuevo era impotente de controlar los desquicios endógenos de la barra que habían estallado justamente a raíz de su decisión de pasarse con armas y bagajes del menemismo al duhaldismo.
A Barrionuevo además su viraje político le consumía todas sus energías. Mientras tanto Graciela Camaño se había sumado al grupo íntimo de "Chiche" Duhalde y él ponía su tropa funebrera de choque a disposición del proyecto "Duhalde Presidente 99".
Luis comenzaba así - después de casi 10 años - a alejarse de su amigo Menem, que a su vez - viendo la imposibilidad de su re-re-elección jugaba todas sus fichas al fracaso electoral de su enemigo Duhalde.
Desde ya que queda para la investigación histórica poner al descubierto los lazos y aportes ocultos que Menem realizó a favor de la Alianza y que tanto ayudaron al aplastante triunfo del bucólico De La Rua sobre Duhalde.
3. LA GUERRA CIVIL DE LA DOCE Y LA CONEXIÓN FUNEBRERA
Fue justamente el viraje político el que obligó a Barrionuevo a relegar su atención sobre Chacarita.
Gladys - la morocha de piernas largas y minifaldas cortas que sucedió a la derrocada Roxana en el estratégico puesto de secretaria privada - se convirtió en un "gran conmutador telefónico".
Su despacho del tercer piso de Avenida de Mayo 930 era más visitado que una sinagoga en el año nuevo judío. Su agenda desbordaba de citas, se entremezclaban los nombres y los teléfonos de gremialistas, senadores, diputados, concejales, intendentes, secretarios, embajadores y hasta presidentes de países vecinos. La política invadía todos los resquicios, y al fútbol y sus avatares Barrionuevo apenas podía dedicarles migajas de atención.
Fue entonces cuando el gerenciamiento privatista que de hecho venía sufriendo Chacarita desde la irrupción del barrionuevismo en el club, quedó en manos de la dupla compuesta por Armando Capriotti y Alejandro Barrionuevo (hijo).
Barrionuevo obligó a Capriotti a echarse la mochila del club al hombro. El nuevo papel le exigía a Armando Capriotti mayor protagonismo. Pero su debut no pudo ser más desafortunado.
En un catastrófico error provocado por la falta de inteligencia previa sobre la verdadera situación entre las barras de Boca y Chaca (enemigas a muerte y uno de los puntos álgidos en la historia de la violencia en el fútbol argentino), Capriotti aceptó que el miércoles 3 de marzo de 1999 Chacarita jugara un partido amistoso a puertas cerradas contra Boca en La Bombonera.
Chaca estaba con probabilidades concretas de volver en julio a Primera A después de catorce años de ausencia en la máxima divisional del fútbol argentino y el partido amistoso le otorgaba desde el punto de vista periodístico una buena propaganda para el club.
A las once de la mañana, mientras en la cancha los jugadores se dedicaban a lo suyo, un comando del sector mayoritario de "La Doce" forzó la puerta de la tribuna baja de la Bombonera y atacó a trompadas, navajazos y palazos a una decena de hinchas de Chacarita que disfrutaban del espectáculo. Entre estos últimos sobresalía un flaquito de rulitos con bermudas y en cuero.
Los hermanos Di Zeo (Fernando y Rafael) y un morocho corpulento (Armando Pereyra) lo persiguieron con saña. Era "Pajarito" (Daniel Benedetti), uno de los diez apóstoles que Barrionuevo había mandado al Mundial de Francia. Cuando lo tuvieron a tiro lo molieron a trompadas, patadas y palazos. Para rematar la faena, le clavaron un puntazo que iba dirigido a los riñones pero que terminó perforándole un glúteo. Luego, cumpliendo con el ritual tumbero que los nutre y los identifica, despojaron a “Pajarito” del reloj pulsera y la billetera.
"Pajarito" acabó en una cama del hospital Cosme Argerich con un corte de quince centímetros en la cabeza y el puntazo en la nalga izquierda. Además, tuvieron que raparle la ensortijada melena y por muchos días tuvo que usar un almohadón para poder sentarse.
Esa mañana las cámaras de Crónica TV y TN de Clarín se hicieron un festín de acción en vivo y en directo con la trifulca. Capriotti desesperado empezó a llamarlo por celular a Barrionuevo.
Cuando lo ubicó, Capriotti se llevó la sorpresa de su vida: Barrionuevo lo reputeó, culpándolo por no haber previsto el escándalo y por no controlar a la barra.
- Yo te había dicho que no fuera nadie, pelotudo. El cabezón Lancry ya nos había avisado que se podía armar quilombo. ¿Ahora quién carajo arregla esto? ¿Sabes cuánto me cuesta a mí este bardo? ¿Qué hacía el boludo del Pájaro en la cancha?
Lancry era uno de los jefes de La Doce, encargado de las RRPP VIP institucionales entre la barra y los diversos grupos de poder político y también en ese entonces y en simultáneo, uno de los jefes de seguridad del Consejo Deliberante porteño y jefe de la custodia del político alfonsinista Enrique “Coti” Nosiglia, monje negro de la política argentina y el principal socio de Luis Barrionuevo dentro del radicalismo alfonsinista.
Lo que Capriotti ignoraba por carecer de su propio sistema de inteligencia - y Barrionuevo – que sí lo poseía pero tampoco se había tomado el trabajo de avisarle - era que el partido amistoso entre Chaca y Boca se iba a celebrar justo en medio de una feroz puja dentro de La Doce por el control del barrio de La Boca.
Dicha disputa territorial enfrentaba al sector mayoritario de La Doce que respondía a las ordenes de los hermanos Rafael “Rafa” Di Zeo y Fernando Di Zeo, Armando “el Oso” Pereyra, Silvio Serra y Santiago Horacio “el Gitano” Lancry (al que querían imponer como jefe del barrio de La Boca) con un grupo minoritario de la Doce que reclamaba para si el derecho histórico de manejar ese barrio: los lideres de este grupo menor eran “los Cabral” (padre e hijo) - históricamente punteros del radicalismo delarruista porteño - que contaban en la ocasión con el apoyo del grupo de la barra brava proveniente de Lomas de Zamora capitaneados por Miguel Cedrón y Marcelo de Lomas.
El enfrentamiento interno de La Doce por La Boca entre el sector de Villa Lugano y el sector de Lomas de Zamora reflejaba en su tosco nivel, la tensión cada vez mas creciente existente entre los radicales alfonsinistas comandados por el Coti Nosiglia (interesados en el triunfo de Duhalde sobre De La Rua) y los radicales delarruistas (que de la noche a la mañana no le hacían asco a la ayuda menemista de la SIDE con tal de llegar a la Rosada).
Este enfrentamiento interno del radicalismo respondía a otro enfrentamiento interno mucho más importante: el existente dentro del bloque dominante de la Argentina y cuya trama quedó al desnudo cuando el Argentinazo del 2001 explotó y sorprendió a los dos sectores de las clases dominantes que se disputaban el país: por un lado el sector compuesto por De La Rua, Cavallo, Menem, el sector financiero de la city bancaria ligado a Estados Unidos y Gran Bretaña, los liberales de Lopez Murphy y Patricia Bullrich que postulaban la supresión de la moneda nacional a favor del dólar y el grupo de prensa de posiciones ultraliberales de los diarios Ámbito Financiero, Infobae y La Nación y por el otro lado, el sector de Duhalde, Alfonsín, Ibarra, el sector empresarial de la UIA interesado en una devaluación, las privatizadas ligadas a los intereses europeos y el grupo multimedia de Clarín. Estos sectores empresariales-financieros enfrentados en diciembre del 2001 ya batallaban entre sí en el 99 por el dominio del país.
La guerra civil de La Doce reflejaba entonces a su modo y en su medida dentro del mundo marginal y patibulario de sus integrantes todas esas tensiones - ya difíciles de visualizar y analizar para los analistas políticos - por lo que la resolución de esa confrontación solo podía pasar - a nivel de barra - por la violencia descontrolada de los contrincantes.
El sector de La Doce de Lomas de Zamora, para fortalecer su capacidad de fuerza de choque contra el tandem mayoritario de los Di Zeo y Lancry, recurrió a los servicios del ex – barra de la 12, “el Chueco Reguera” (a quien los Di Zeo expulsaron de La Doce acusándolo de haber “entregado” a “los pibes” cuando cayó preso junto con José Barrita alias El Abuelo por el asesinato el 30 de abril de 1994 de Walter Vallejos y Ángel Delgado, dos simpatizantes de River Plate). El Chueco Reguera poseía importantes vínculos con “la pesada” de Villa La Rana de Ballester, y comenzó a reclutar como tropa de refuerzo a diversos integrantes de la barra brava de Chacarita que tenían en ese asentamiento precario la base de sus operaciones delictuales de robo y hurto.
La prensa nacional general y deportiva presentó los incidentes del 3 de marzo del 99 en La Bombonera como uno de los tantos enfrentamientos existentes en la historia de la guerra entre las parcialidades de Boca y Chacarita. Alimentaban así el “folclore” y evitaban inmiscuirse en las operaciones sucias y de provocación que se lanzaban entre sí por las presidenciables de octubre del 99 los dos bandos en pugna de Menem y De La Rua contra Duhalde, el Coti Nosiglia y Barrionuevo.
Sólo el Diario El Día de La Plata el día jueves 4 de marzo de 1999 en una nota titulada “Una Amistad como detonante” se atrevió a presentar - aunque sólo parcialmente - el hecho de manera distinta a la historia oficial fabricada en las usinas de desinformación e intoxicación periodística que partía del Grupo Miultimedia Clarín (Diario deportivo Olé, Canal 13 de Televisión, Canal TyC, Canal TN Noticias y Diario Clarín) :
“Una supuesta amistad entre un sector retirado de la hinchada de Boca Juniors y los líderes actuales de la parcialidad de Chacarita alimentó ayer una teoría que fundamenta el enfrentamiento ocurrido en la Bombonera entre los simpatizantes del equipo de San Martín y los nuevos jefes de la barra xeneize.
Diversas fuentes consultadas por la agencia Noticias Argentinas no descartaron la posibilidad de que el enfrentamiento responsa a la amistad entre los líderes de la hinchada de Chacarita y un sector de fanáticos de Boca que responde al Checo Reguera, ex lider de la 12 en la época de José Barrita, El Abuelo, acto del cual habría participado Daniel “Pájaro” Benedetti, quien llevó la peor parte.
Mientras los de Chacarita denuncian un ataque sin motivos y los xeneizes atribuyeron el episodio a una defensa inevitable frente a los robos que estaban sufriendo algunos “chicos de Boca”, lo cierto es que el sábado pasado el grupo de Reguera y los líderes del Tricolor compartieron un festival (acto político) en San Martín.
Fue durante el lanzamiento de la Agrupación Peronista Justicia para Todos, presidida por Alberto “Batata” Apolonio, reconocido ex barra brava de Chacarita y vinculado con un confuso episodio registrado en el Predio Rural de Palermo
La actual conducción de la hinchada de Boca no tiene buena relación con la gente de Reguera, de quienes algunos sospechan que “haya vendido a los pibes”, como se alude al grupo de hinchas presos por el crimen de los simpatizantes de River de 1994.
Este detalle no pasó por alto para las fuentes consultadas por la agencia Noticias Argentinas, a raíz de que la presencia de Benedetti en la Boca (quién viajó al Mundial de Francia 1998 con el grupo de Chacarita) relativiza la teoría de que la gente de Chacarita que fue a ver el partido “eran sólo familias”, tal como aseguraron directivos del elenco de San Martín”.
Cuando la tempestad se aplacó, Capriotti intentó cubrir su verdadero desconocimiento de lo acontecido pretextando ante Barrionuevo algo que era cierto pero que nada tenía que ver con los sucesos de la Bombonera: que su estrategia de posicionar a Raúl Gustavo "Muchinga" Escalante como el único capo de la barra hacía agua por los cuatro lados.
- Pero si le dimos el buffet para que lo maneje. Tiene todo, la bebida, la comida. La mujer tiene ahí un negocio bárbaro... ¡Si no lo sabe usar es un pelotudo! - protestó Barrionuevo.
Capriotti tuvo paciencia porque conoce la ansiedad de su "jefe". Ni siquiera se tomó el trabajo de explicarle que "Muchinga" además regenteaba una remisería y una rotisería que atendía la "Negra" Betty, su mujer.
Cuando Barrionuevo se calmó, Capriotti volvió a dibujarle el mapa de la interna de la barra.
Le explicó que el gran enemigo de "Muchinga" había salido de manera imprevista de los monoblocks del Barrio Loyola y era el Luis "el Mono" Gómez y su lugarteniente Héctor Daniel “Satanás” Mannino.
Capriotti le dijo además a Barrionuevo que el "Mono" y “Satanás” no estaban solos, sino que grupos de las villas "Corea", "9 de Julio" y "La 18", de Billinghurst, junto a los de José León Suárez, iban a armarle un golpe de Estado a "Muchinga".
El “Mono” y “Satanás” querían fomentar la imagen de descontrol dentro de la barra para demostrar que su protegido Muchinga vivía de la falopa y el choreo y que usaba el buffet del club para beneficio personal. También dijo Capriotti que a su juicio "Muchinga" era el único con un poco de cabeza.
- "Muchinga" es un pibe macanudo, no es un "ñame" (en la jerga marginal se llama así al más inferior de un grupo), y tampoco un ñoqui que curra unos pesitos del gremio o de la política.
Capriotti nunca supo si Barrionuevo había escuchado su diagnóstico sobre el cáncer que consumía a la barra de Chacarita. Barrionuevo sólo intimó a Capriotti a que hallara una solución:
- Armando, ponete las pilas y arréglame este quilombo. Vos sabes que yo no me puedo estar ocupando de lo que hagan estos negros de mierda villeros hijos de puta. Arréglalo como sea. ¡Al final, esto con el "Turí" no pasaba!
Capriotti sintió la puñalada final de Barrionuevo. Vio derramarse sobre sus hombros la sombra de Arturo "el Turi" Ginés, como gran componedor de la interna de tribuna desde los 70 hasta mediados de los 90.
"Pero Ginés juega ahora para Carlos Brown en la interna del peronismo de San Martín, y la culpa no es mía", pensó Capriotti para sí.
4. LA GLORIOSA BANDA TIENE JEFE BOSTERO
Por esos días Barrionuevo y Capriotti volvieron a hablar del tema varias veces. Tiraron sobre la mesa nombres y estrategias. De ese consenso salió otra de las ideas que al principio Barrionuevo consideró brillante, pero que al final terminaron por volvérsele en contra.
Fue la de ascender al grado máximo de "general" de la tribuna popular de la calle Gutiérrez (como se la conoce a la tribuna popular local de la cancha que Chacarita tiene en Villa Maipú) la su chofer y "culata" (en el argot gremial y político se conoce con este nombre a los guardaespaldas), Manuel Miguel Héctor Juárez, más conocido en el ambiente político y gremial como "Lolo".
"Lolo" (o el "Gordo") Juárez era otro producto de la cantera inagotable de cuadros políticos-sindicales que fue en su momento el gremio textil de San Martín liderado por Casildo Herreras. Durante más de veinte años “Lolo” trabajó en la hilandería San Andrés y llegó a ser delegado general de la fábrica. En 1993 la lanera quebró y lo indemnizó. Desde entonces se sumó al ejército de colaboradores de Barrionuevo.
"Lolo" tenía un Renault 12 y empezó haciendo mandados para el "Jefe" - Corno era un muchacho de acción, rápidamente se transformó en su chofer y custodio. Siguió ciegamente a Barrionuevo hasta el 23 de marzo de 2000, el día en que murió en una cama del hospital Belgrano de San Martín, con el hígado perforado por dos balazos.
Elevar a "Lolo" al máximo cargo de la barra brava de Chacarita fue una clásica apuesta barrionuevista, repleta de peligros y acechanzas. Pasional y alocada. Significó una virtual intervención. Fue casi lo mismo que si Barrionuevo se hubiera subido al paraavalanchas. Todo el mundo sabía que "Lolo" era su "culata". Ninguna responsabilidad le correspondió a Capriotti en semejante decisión. Esta vez Luis no podría escudarse detrás de Armando.
"Muchinga" y su grupo de Villa Maipú, que tenían base en el bar El Club sito en una serie de viejas viviendas conocidas como “El inquilinato”, sobre la calle Gutiérrez casi esquina Estrada, tomaron la intromisión de "Lolo" en la barra como una traición de Barrionuevo. Y se juraron resistir el golpe.
Después de varios meses de escarceos, el choque fue inevitable. El teatro de operaciones fue, como siempre, la tribuna.
Fue en el partido Chacarita - Unión de Santa Fe, por la última fecha del torneo Apertura el 18 de diciembre de 1999. Hacía mucho calor. Corrieron litros de cerveza y sangría antes, durante y después de los noventa minutos. En medio de una improvisada bailanta, los del "Lolo" y los de "Muchinga" blanquearon su resentimiento mutuo. Hasta las mujeres se trenzaron de las mechas. Hubo varios heridos, entre ellos una embarazada pero, eso sí, ninguno de bala. En la contienda sólo se usaron facas, navajas y cuchillos. Como los orilleros de Borges.
Barrionuevo se enteró a la noche de la pelea protagonizada por "Lolo". Lo amonestó por el método, pero no vetó su impulso conquistador: Sabía que su hombre no tenía historia de tablón en Chacarita. Era hincha de Boca. Toda su vida había sido de Boca. Esa era su principal contra. Pero a Barrionuevo poco le importó que “La famosa banda de San Martín” estuviera dirigida por un “bostero” puesto a dedo por él. Más aún. Lo animó:
- Vos, "Lolo", sos el único que me puede arreglar este quilombo. Estoy rodeado de inútiles - le dijo.
Para cuando retornó el fútbol, ya era el año 2000. El nuevo milenio no aplacó los ánimos.
El 27 de febrero de 2000 a Chacarita le tocó jugar contra Racing. Por razones de seguridad deportiva la A.F.A logró enviar a jugar de local a Chacarita en Lanús. Nadie previó contratiempos, porque los funebreros mantenían relaciones amistosas tanto con la hinchada de Lanús como con la "Guardia Imperial" de Racing. Con Racing la amistad venía desde hacía 50 años atrás a raíz del célebre partido entre Racing y Banfield por el campeonato donde todas las barras de la época fueron junto con la del Taladro y solo una, la de Chaca, se alineó con la de La Academia.
Pero "Lolo", envalentonado, y como buen bostero que no podía ver ni en figurita a los de Racing, aprovechó para quedar bien con sus amistades de La Doce (que jamás Barrionuevo le prohibió), rompió los códigos funebreros y comenzó una escaramuza contra la barra de Racing, utilizando como tropa de choque a gran parte de los adeptos de había reclutado en Villa Loyola, por cierto no todos hinchas funebreros.
Cuando terminó la pelea se reivindicó como el "único" líder. "Muchinga" y su grupo se abstuvieron, dando por sentado que a partir de ese momento "Lolo" era el nuevo capo. ¿"Muchinga" resignó su liderazgo sin dar pelea? A juzgar por lo sucedido esa tarde, parecería que sí. La verdad es que sólo aceptó la derrota momentáneamente. En las próximas semanas sus soldados darían batalla en otros ámbitos.
Barrionuevo aplicó esa noche una de las lecciones aprendidas en la escuela de la política: a los subordinados, cuando se los considera intelectualmente inferiores, siempre hay que "cambiarles la bocha". Entonces, si ellos aguardan un premio, hay que reprenderlos. Así nunca levantarán vuelo y siempre se mantendrán sumisos al poder constituido.
En una clásica psicopateada, cuando "Lolo" llegó esa noche a la casa de Villa Ballester esperando ser felicitado por haber logrado la comandancia en jefe de la barra, se encontró vapuleado por su jefe:
- ¿Vos sos boludo o qué?, ¿Te volviste loco?, ¿El poder se te subió al balero?, ¡¿Cómo te vas a pelear con los muchachos de la "Guardia Imperial"?! Con ellos siempre hicimos la amistad. Vos estás para que no haya más quilombos, no para pelearte con el primero que se te cruza. ¿Oíste? No quiero que vuelva a pasar.
A "Lolo" el cargo de número uno de la barra brava de Chacarita le duró menos de un mes. En ese tiempo tuvo dos encontronazos - el primero a trompadas y el otro a tiros - con algunos de los laderos de "Muchinga". Las dos veces en bailantas de San Martín.
Pero fue un bardo de polleras lo que lo llevó a la tumba. El poder que le otorgaba ser - al mismo tiempo - chofer de Barrionuevo y líder de la barra de Chacarita lo desequilibró emocionalmente. Mucho más de lo habitual. Potenció una personalidad agresiva y soberbia, que hasta entonces no había aflorado.
De repente empezó a menoscabar a personajes tan o más retobados que él. Uno de ellos fue Rubén Pascual el "Jarro Piromani, justamente seguidor de Muchinga.
El miércoles 15 de marzo "Lolo" se pasó de listo y en rueda de amigos se burló de la supuesta fealdad de la acompañante circunstancial de "Jarro. Éste reaccionó mal y le dio un par de trompadas. Los testigos sosegaron los ánimos, pero "Lolo" se fue clamando venganza. "Jarro" creyó que se trataba de otra de las bravuconadas de "Lolo", al que el cargo se le había subido a la cabeza.
Al día siguiente, a eso de las seis de la tarde, dos Ford Falcón - uno verde agua y el otro bordó - aparecieron a toda velocidad por la calle Moreno. En uno iba "Lolo" con cuatro acompañantes. En el otro le hacían el aguante otros tres "camaradas". De los dos Falcón asomaban pistolas por la ventanilla.
Cuando llegaron a la choripaneada de Moreno y Saavedra - frente a la estación de trenes de San Martín - frenaron, se bajaron de los autos y abrieron fuego. Desde adentro "Jarro" y su tropa respondieron a balazos. A los veinte minutos una ambulancia privada cargó el cuerpo jadeante de "Lolo". A "Lolo", un balazo le había perforado el cuello y sangraba a borbotones. Los otros dos tiros le habían entrado por el abdomen. En la puerta del expendio de chorizos y cervezas estaba tirado "Jarro". Ya había muerto.
"Lolo" estuvo una semana en coma y murió el jueves 23 en el hospital Belgrano. Los médicos habían desalentado toda esperanza veinticuatro horas antes. Hasta ese momento Barrionuevo, gracias a la colaboración de los “patas negras” (apodo de la Policía Bonaerense), había evitado trascendiera y tomara estado público la balacera acontecida entre integrantes de la barra brava de Chaca.
Pero el 24 trascendió la noticia de su muerte. "Lolo" había levantado su perfil en los últimos meses cuando ascendió a la jefatura de la barra de Chacarita. Era una noticia impactante que el flamante jefe hubiera muerto en un tiroteo.
Barrionuevo evitó ir a visitarlo al hospital, pero estuvo informado por la familia del chofer ("Lolo" hijo también frecuentaba las tribunas). Eligió la estrategia del silencio, consciente de que esta vez las balas picaban en sus píes. Designó a Capriotti como su vocero. Ya no lo podía insultar y menoscabar mas a “Pipa”, porque "Lolo" era una auténtica creación barrionuevista.
Como la historia es circular, debió ser Capriotti quien tuvo que salir a dar la cara por una jugada errada de Barrionuevo. Capriotti no se aparcó del libreto preestablecido para estas emergencias. Negó que "Lolo" hubiera sido chofer y custodia de Barrionuevo. Como, para mentir bien, la receta es hacerlo a lo grande, dijo que sabía que "Lolo" vivía a cuatro cuadras de la cancha de Chacarita, que lo conocía, pero que jamás tuvo injerencia en la hinchada del club. Habló de una conspiración de la AFA para perjudicar al club y usó la muletilla aprendida entre las huestes menemistas (aunque Capriotti - peronista histórico - nunca se mintió a si mismo sobre el verdadero gorilismo antiperonista del riojano) cuando se esta en apuros: "Es una campaña en nuestra contra".
Pero, siguiendo también el ejemplo de su jefe, se fue de boca y le admitió al diario Página 12 que:
- Por lo que me enteré, este tipo (por "Lolo" Juárez) se había peleado con este "Muchinga" en un boliche y se amenazaron. Después, creo que hace veinte días se volvieron a encontrar y hubo algunos tiros. Y ahora pasó esto tan lamentable. Pero estoy seguro de que es un hecho policial que no tiene nada que ver con Chacarita.
En su afán por defender a Barrionuevo, Capriotti no le hizo ningún favor a su protegido "Muchinga". El "Jarro" era habitué de ese grupo. Si la Policía o la Justicia hubieran dado algunos pasos en la investigación, Capriotti habría estado en problemas por las palabras que salieron de su boca. Pero la sombra benefactora de Duhalde logro parar cualquier curiosidad de los patas negras (“la mejor policía del mundo”, Duhalde dixit) sobre los hechos.
Mientras tanto Barrionuevo calló. En él, el silencio es toda una definición acerca de su ánimo.
"Lolo" fue la sombra de Barrionuevo durante siete años. Asistió, pasmado, a los escándalos que le hacía su esposa Graciela Camaño por la supuesta relación con Roxana, hijastra del Turi Ginés y secretaria privada de la discordia. Lo vio reír, cantar, bailar y brindar con champaña en saraos maratónicos. Lo llevó a pirigundines de mala muerte y a unidades básicas que parecían postales de Bagdad. Y también a la residencia de Olivos y a la Rosada. Lo escuchó putear a Cavallo por teléfono y apretar feo a Menem y a Duhalde. "Lolo" se llevó a la tumba secretos inconfesables: las grandezas y las miserias de su jefe.
5. VILLA LOYOLA COPA VILLA MAIPU
La muerte de Manuel Miguel Héctor Juárez (a) "Lolo" - después de siete años al fiel servicio de Barrionuevo - reabrió en la barra brava una cicatriz que nunca había dejado de supurar. A "Muchinga" - que había fantaseado con volver a su reinado al enterarse del asesinato de su competidor - la felicidad le duró un par de partidos. Muerto el perro no se había acabado la rabia.
El "Mono" Luis se lanzó furioso a una nueva carga. Agrupó detrás suyo a una nueva generación surgida de las villas de San Martín.
Todos parecían querer aprovechar el desconcierto y el caos. Hasta Norberto "Batata" Apolonio reapareció más menemizado que nunca: gordo y luciendo relojes y cadenas de oro. Iba a la platea oficial y desde allí manejaba - con bajo perfil - al grupito que le respondía en la tribuna de la calle Gutiérrez.
Barrionuevo y Capriotti no podrán decir que no recibieron avisos antes de que la madre de todas las batallas se desatara el 31 de agosto de 2003 en la Bombonera.
Un año y medio antes había habido un preaviso clarísimo de cómo los disturbios habitualmente producto de internas y ajuste de cuentas entre los integrantes de las barras bravas o en menor medida, incidentes más o menos violentos manejados a control remoto por los distintos servicios de inteligencia de las fuerzas policiales y las fuerzas de seguridad.
En el Chacarita - Boca jugado el 3 de marzo de 2003 en la cancha de San Lorenzo, las bandas del Barrio Libertador, de José León Suárez, del Barrio "Corea" y de los monoblocks de Villa Loyola enfrentaron “sin preaviso y nada que lo hiciera prever “- como desquiciados - a la Policía Federal. Hubo más de cien heridos y trescientos detenidos. La refriega parecía sin sentido, pero había un mensaje político detrás de esos kamikazes que bañados en sangre se habían plantado ante la Federal.
Ellos sabían que los comisarios de la Policía Federal eran "amigos" de Capriotti y "Muchinga". Con ese enfrentamiento fanatizado contra la “federica” (apodo de la Policía Federal), el sector mayoritario conducido por el “Mono” y “Satanás” querían poner en evidencia ante las autoridades de seguridad que eran ellos con los que tenían que sentarse a hablar y negociar. Mientras tanto la barra de Chacarita iba a seguir estando no domesticada. El mensaje fue recibido de inmediato entre los federales: Ni "Muchinga" en la tribuna ni Capriotti en el club tenían la conducción de la barra brava. Ahora otros eran sus jefes, sus conductores.
Después de ese desborde de las bases, el poder de "Muchinga" quedó muy debilitado.
En apenas cinco años - del Mundial 98 al año 2003 - se había evaporado el marketing de fantasía barrionuevista de mostrar a la barra brava como "monjitas que van a la cancha con la Biblia".
6. CUANDO CHACARITA NO SUFRIA DE BARRIONUEVISMO
Chacarita es la muestra más acabada de lo exitosa que resultó - durante años - la estrategia de marketing de la patota que propició y usufructuó Barrionuevo. Es un buen ejemplo también de cómo extrajo rédito político de una, en apariencia, inocente mentira.
Hincha fanático de Independiente desde que era un niño y vivía en el populoso barrio de Villa Cubas, Catamarca, "Luisito" vibraba con Fioravanti, que relataba como nadie las hazañas de su ídolo, Ernesto Grillo. Quien jugó 192 partidos con la camiseta de Independiente entre 1949 y 1956 y marcó 90 goles, aunque nunca logró ganar un campeonato con la camiseta de Avellaneda.
La pasión de Barrionuevo por el "Rojo" se le hizo carne cuando a mediados de los 50 recaló en los suburbios de Buenos Aires. Grondona ya era el influyente presidente de la comisión de fútbol de Independiente. También era un joven caudillo de la U.C.R que hacía la pata ancha en el triángulo territorial que formaban Sarandí, Crucecita y Avellaneda. En la Década Infame del Fraude Patriótico ese territorio fue el bastión conservador que regenteó a punta de pistola el comisario Barceló.
Con esa escuela, en 1964 Julio Grondona llevó a Independiente a ser el primer equipo del fútbol argentino en jugar la final de una copa del mundo. El "Rojo" comenzó a ser conocido en Sudamérica como "Rey de Copas".Desde muy joven Grondona aplicó las trampas de comité a la política del fútbol.
En 1957, el 11 de enero, con la dupla Aramburu-Rojas de la Revolución “Fusiladora” en el poder, Julio Grondona y su hermano Héctor fundaron Arsenal, en homenaje al Arsenal de Londres. Fundaba así en su barrio su propio club de fútbol. Siete años después, el 12 de octubre de 1964, con el radical Arturo Illia como presidente, dio otra muestra de que era un adelantado en el arte de unir ambas disciplinas, inaugurando el estadio de Arsenal, que construyó con hierro y maderas de la Municipalidad de Avellaneda. ¿Cómo?
Usó los durmientes y las vías de los tranvías, que recientemente habían sido sacados de servicio. Los concejales radicales del Concejo Deliberante local de Avellaneda aprobaron la extraña cesión en una votación realizada de madrugada. Para Julio Grondona, Independiente fue la plataforma de despegue de su extraordinaria carrera como dirigente de fútbol.
El 24 de octubre de 2003 Julio Grondona - sin oposición y con el voto a favor también del delegado de Chacarita que ese día era el vicepresidente 2° Rigante en reemplazo de Capriotti estaba encarcelado - fue reelecto por séptima vez consecutiva, como presidente de la AFA, cargo que ejerce desde e! 6 de abril de 1979. Además a nivel internacional es vicepresidente primero de la FIFA
Mientras tanto, Arsenal fue llevado lenta pero persistentemente, de la Primera D a jugar con Boca y River a partir su ascenso a primera en el 2001.
Recién a principios de la década del 90 Barrionuevo y Grondona se verían cara a cara. Barrionuevo y su amigo el "Pato" Fernando Galmarini, dirigente de Tigre, puntero privilegiado del menemismo en la Zona Norte de la provincia de Buenos Aires y entonces Secretario Nacional de Deportes, querían entregarle a Menem la cabeza de Grondona en una bandeja de plata.
El intento de "golpe" habría tenido la complicidad de otros dirigentes del menemismo como Juan Destéfano de Racing y Fernando Miele de San Lorenzo. La idea era intervenir la AFA, lograr el control del fútbol de primera y negociar con quien fuera lo que ya apuntaba como el negocio del siglo: los derechos de televización del fútbol.
Pero Grondona demostró que tenía un enorme apoyo internacional y el mismísimo Joao Havelange, el entonces todopoderoso presidente de FIFA, viajó expresamente a Buenos Aires, pidió una entrevista con Menem y le dijo en portuñol y con tono amenazante: “Mi hombre en la Argentina es Grondona. El que se mete con él, se mete conmigo”.
Desde ese día Menem archivó cualquier intento de destronar a Grondona y Barrionuevo comenzó a odiarlo. Su frase preferida para definirlo es: “Don Julio es un viejo mafioso, que maneja el fútbol como se le cantan las pelotas. Hace todos los negocios para él y no deja entrar a nadie más”.
Grondona, desde 1988 y como presidente de la estratégica Comisión de Finanzas de la FIFA a partir de 1996 firmó contratos de televización del Mundial de Corea-Japón 2002 por U$S 760 millones de dólares y por U$S 950 millones de dólares para el de Alemania 2006.
Grondona no se queda atrás en la caracterización que hace de Barrionuevo: “es un mafioso y patotero que lo único que sabe hacer es armar quilombo. Nunca trae una propuesta para mejorar el fútbol”.
Ni siquiera Julio Comparada, amigo y socio comercial de ambos a la vez, pudo reconciliarlos en lo personal. Todos sus intentos fueron infructuosos. Barrionuevo y Grondona se odian mutuamente y no lo disimulan.
¿Y Chacarita? Lo único seguro en esta historia es que en el corazón futbolero de José Luis Barrionuevo nunca hubo lugar para dos amores.
Su amor siempre fue Independiente. Y nada más. Chacarita es como esos noviazgos de conveniencia que se le presentan al hombre cuando ya arribó a la edad madura y sopesa la utilidad de cada acto y cada gesto. Pero antes hay otra historia. Que explica cómo, por qué, dónde y cuándo nació ese vínculo falaz y mentiroso, de Barrionuevo con Chacarita.
7. EL GOBIERNO DE ZUCOTTI
A mediados de la década del 70 - cuando Barrionuevo era apenas un sindicalista de poca monta de una minúscula seccional de un gremio periférico - el comandante en jefe de esa tropa descarriada que todos los domingos copaba la tribuna de la calle Gutiérrez en la cancha de Chacarita era don Salvador Zucotti, uno de los hombres de confianza del capo mafia metalúrgico Lorenzo Miguel y del burócrata sindical de textiles Casildo Herrera.
En ese espejo se miraría años después Barrionuevo, cuando decidió que él también podía mezclar fútbol y política y sacar buenos dividendos de esa alianza. También usaría los servicios de los principales colaboradores de Zucotti.
Amigo y socio de Casildo Herreras, Zucotti era un importante cuadro de la segunda línea del gremialismo lorenzista. Con el ascenso de Casildo Herreras al máximo cargo en la CGT, Zucotti también quedó fortalecido.
Aunque no era hincha del club (siempre se comento - quizás maliciosamente - que era de All Boys por vivir en Floresta).
En 1974 y con el decisivo apoyo gremial de las patotas sindicales afines a Casildo Herrera logró tomar el mando del club a través de una asamblea de socios a punta de “itaka y cuatro y medio”.
Al decir de sus amigos, Zucotti era un brillante operador político. Transformó a Chacarita en una herramienta política de lo peor de la derecha sindical vandorista.
La barra brava se convirtió en un grupo parapolicial que - con el mentiroso pretexto de enfrentar a las organizaciones armadas del terrorismo pequeño-burgués trostkizante de ERP y Montoneros - funcionó en realidad como un grupo de choque, represión e intimidación contra los integrantes de las diversas agrupaciones sindicales de base que en innumerable cantidad de organizaciones obreras intentaban expulsar a las conducciones pro-patronales de la burocracia sindical.
Para los herederos del antiperonismo vandorista en los 70, era una prioridad el reclutamiento de cuadros y el armado de patotas parapoliciales dispuestas a dirimir a golpes de cadena o a tiros de itaka y 45 la disputa por las conducciones sindicales venían manteniendo la burocracia sindical y el sindicalismo clasista de base.
El armado de esas patotas fue una idea que prendió muy rápido en la nueva conducción de Chacarita. Los días hábiles de la semana la barra brava se dedicaba a “romper” asambleas opositoras, “moler” a golpes a los candidatos adversarios y a “controlar” que los obreros que eran llevados a votar lo hicieran “correctamente”. Los fines de semana mataban el aburrimiento “apretando” a los funebreros que se oponían a Zucotti, recaudando los “impuestos revolucionarios” que le cobraban a los comerciantes de San Martín para “protegerlos”, y también, porque no, de vez en cuando, combatir contra alguna otra barra brava adversaria.
Hasta ese momento, la hinchada funebrera, históricamente combativa, tenía los rasgos más o menos comunes a todas las barras del fútbol argentino: se molían a golpes, pero sin armas, a mano limpia, sin ayuda de falopa alguna. Sólo peleaban por los colores de su club.
Zucotti fomentó en Chacarita los códigos del gorilismo y el fascismo que exigía ese tiempo histórico de intolerancia y represión.
Por ejemplo, el "culata" (guardaespaldas) personal de Zucotti, Arturo "Turi" Ginés, pasó a ser uno de los líderes de la barra brava funebrera. El otro capo que compartió el mando fue Roque Arias, el chofer de Zucotti. Con la influencia decisiva de los textiles de Casildo Herrera, Zucotti inició un tiempo de aparente bonanza económica e institucional para el club.
El mismo año de su llegada a Chacarita, Zucotti compró - con un crédito blando del Banco Ciudad de Buenos Aires - el polideportivo Champagnat, que era propiedad de los Hermanos Maristas.
Con la caja generosa de los textiles también inició la remodelación de las instalaciones de la sede y de la cancha.
En el "Poli" (Polideportivo) colocó al “Turi” Ginés como su hombre de confianza. La zona de la cancha y sus negocios quedó bajo la órbita de Roque Arias. Pivoteando entre los dos capos quedó un, en ese entonces, joven Norberto "Batata" Apolonio.
Con la suma del poder en sus manos, Zucotti primero borró todo vestigio de oposición dentro del club. No es una exageración. En el torneo Metropolitano de 1974 Chacarita ganó sólo dos partidos'' y aun así los hinchas jamás se atrevieron a silbar o reprobar al equipo y menos aún a la CD y su presidente.
En San Martín era de dominio público que el “Turi”, “Roque”, "Batata" y compañía habían armado un informal sistema de inteligencia destinado a “marcar” a todo aquel que mostrara disidencias con la conducción e incluso con los resultados. A la salida de la cancha o en la semana, quien se atrevía a insultar a Zucotti era golpeado o amedrentado en forma más que disuasoria.
En paralelo, Zucotti fue beneficiándose gracias a los avances políticos de su jefe, Casildo Herreras. Casildo Herreras tenía acceso directo a Perón y después del fallecimiento del caudillo, a Isabel Perón. Zucotti iba recogiendo los frutos que se desgajaban del árbol del gobierno peronista.
En 1975, esa proximidad de Zucotti a la casa de Olivos le permitió ser designado vicepresidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol, aun sin contar con experiencia previa como dirigente de fútbol y contra la opinión de los presidentes de Boca, River, San Lorenzo, Racing e Independiente, los históricos cinco grandes. Tener la pantalla de un cargo "internacional" fue una jugada que la providencia le ofreció a Zucotti que le permitió salvar su vida durante la dictadura violo-videlista.
Isabel Perón poco sabía sobre fútbol. El único deporte que había practicado era la esgrima en sus tres especialidades (florete, espada y sable) con un notable desempeño según le confesara el propio Perón al periodista argentino Esteban Peicovich:”Isabelita es una buena, formidable alumna. Tiene fuertes piernas y saldrá de ella una esgrimista cabal. La he ido entrenado diariamente durante todos estos años”.
Pero aunque poco conectada con el fútbol le bastaba saber sobre tres equipos argentinos: Racing de Avellaneda, Sarmiento de Junín y Chacarita Juniors. Isabel se había interesado por Sarmiento de Junín porque su esposo Perón siempre le había comentado que de ese equipo era hincha fanática Eva Perón. De Racing también sabía sobre él y cómo, cuando estando todos esos años en Madrid exilado, su marido irremediablemente los lunes a última hora siempre se las ingeniaba para conocer como había salido en la Argentina su Academia.
De Chacarita en cambio, supo de su existencia por experiencia propia cuando por octubre de 1965 Perón la envió a la Argentina como delegada personal a enfrentar la traición política del “Lobo” Vandor que propiciaba un peronismo sin Perón , en ese entonces secretario general de la CGT.
Perón le escribe a John William Cooke.... "A Isabel la he preparado políticamente y ahí va con una misión muy difícil contra el vandorismo traidor"...
Para la custodia de Isabel Perón, jóvenes de la Juventud Peronista se habían organizado a través de una organización llamada Comando de Organización (que con el correr de los años giraría del nacionalismo revolucionario tercermundista a un cavernícola anticomunismo). Varios de los integrantes del C. de O. eran hinchas funebreros oriundos de la localidad de Matheu, Partido de Escobar.
Las patotas vandoristas le dieron mucho trabajo a Isabel durante su estadía: sólo salió ilesa de varios atentados contra su vida que el vandorismo perpetró contra ella gracias a la ayuda de esos jóvenes. De ahí le había quedado la simpatía por el equipo de sus “ángeles guardianes”: Chacarita Juniors.
En el Metropolitano del 74 Chaca había quedado último en la tabla de posiciones. Pero Isabel Perón, ya presidente de la Nación, presionó a la AFA y por decreto ese año se suspendieron los descensos.
En esa época la AFA se había convertido en uno de los núcleos donde se preparaba el apoyo civil al golpe militar que Videla y compañía organizaba a vistas y con el consentimiento de casi todas las fuerzas vivas del país contra su gobierno democrático.
Neustadt desde Tiempo Nuevo, Mirta Legrand desde sus Almuerzos, el embajador del Vaticano monseñor Pío Laghi, la delirante y ultracatólica Revista Cabildo, la AFA y un grupo de sindicalistas “antiverticalistas” (Victorio Calabró, metalúrgico de la seccional Vicente López y gobernador de Buenos Aires, Casildo Herrera, secretario general de la AOT (textiles) y secretario general de la CGT, Ricardo de Luca (navales), Fito Ponce (elevadores de granos), Juan Rachid (aguas gaseosas), Luis Rúbeo (carnes) y Luis Alberto Sobrino Aranda de Santa Fe, personal civil de la inteligencia naval, eran los seis puntos de propaganda golpista dentro de la CGT y el PJ. Detrás de ellos, en ominoso y siniestro silencio operaban sus jefes: la embajada estadounidense, la Sociedad Rural y la Unión Industrial Argentina.
Isabel Perón había decidido no presentarse a las elecciones presidenciales programadas para 1976. Ella siempre se consideró la esposa del General Perón. Nada más. La política le daba asco. Pero se había empecinado en que se iría a su casa sólo después que los argentinos democráticamente eligieran a otro presidente. Y la tenía sin cuidado si ese presidente fuera a ser peronista o no.
“Los que quieren voltearme a mí, en realidad quieren voltear las chimeneas de la industria argentina” había dicho y agregó proféticamente: “y para eso, los yanquis no van a recular si nos tienen que bañar a todos en sangre. Tienen acá un ejército de milicos cipayos dispuestos a asesinar a cuanto argentino se les oponga”.
Su relación con el Vaticano encima se había deteriorado: el apoyo político que Isabel había dado a favor de los Sacerdotes del Tercer Mundo y la Teología de la Liberación la había malquistado con los altos estamentos de la Iglesia. Ella ya había comprobado el enfermizo anticomunismo de la jerarquía eclesiástica cuando la misma condenó tibiamente el asesinato por la Triple A de quien era su confesor privado, el padre Carlos Mujica, célebre por su acción social en la Villa Retiro. Todos los días Isabel salía a las cuatro y media de la mañana de la residencia presidencial de Olivos con rumbo a la Villa Retiro donde se confesaba y luego comulgaba con Mujica. Recién después se dirigía a la Casa Rosada.
El 12 de mayo de 1974 un grupo parapolicial asesinó al sacerdote católico. Vivía aún el General y ella le dijo a su marido que éste asesinato era el segundo aviso importante que en directo le daban al propio Perón. El primero había sido el asesinato del secretario general de la CGT José Rucci dos días después que el 23 de septiembre de 1973 la fórmula presidencial Perón-Isabel ganará con el 62 % de los votos. Fue la derecha y no los grupos terroristas pequeño-burgueses los que acabaron con la vida del único hombre leal con que contaba Perón en la CGT.
Porque el golpe cívico militar había comenzado a ser preparado al día siguiente del retorno a la Argentina de Perón y sólo su prematura muerte les impidió a los genocidas del terrorismo de estado acabar con la vida del General.
Encima, luego de la muerte de Perón, Isabel ya como presidente no ocultó sus vínculos con un amplio abanico internacional antinorteamericano que partía en el general Torrijos, presidente de Panamá que quería estatizar el canal que unía ambos océanos, pasaba por los aportes financieros que efectuaba a favor de la OLP de Yaffer Arafat y terminaban en la cordial relación que mantenía con los regímenes comunistas antisoviéticos de Corea del Norte de Kim Jong-il y la China de Mao Tse Tung.
Su proyecto de colocar un impuesto a la renta potencial sobre los latifundios improductivos se había granjeado el visceral odio de la clase alta argentina. Su nacionalización de las bocas de expendió de combustibles (obligó a las petroleras Esso y Shell a que le entregaran a la estatal YPF todas las estaciones de servicio) fue su sentencia de muerte ante los gobiernos estadounidense y británico.
Isabel ya le había anticipado al embajador del Vaticano, cuando éste le fue a requerir que renunciara: “A mí ustedes me van a tener que meter presa. O fusilarme. Llevo encima el apellido Perón. No hay lugar posible para la rendición”.
El último golpe político, valga la redundancia, antes del golpe militar que recibió Isabel Perón fue el asesinato del Intendente de San Martín, Alberto Manuel Campos. El “negro” como cariñosamente lo llamaba, aquel mismo que en la década de los 50 había sido colectivero en la línea 8 (actualmente 78) de Ballester y que durante la revolución libertadora fuera designado delegado personal por el propio General lográndose transformar en uno de los líderes de la Resistencia Peronista era el hombre de confianza que Isabel reservaba “in pectore” para colocar en el gobierno de La Plata en su estudiado plan de intervenir la provincia de Buenos Aires para desplazar al golpista gobernador Calabró. Una vez más se atribuyó el asesinato a los terroristas de la izquierda. Una vez más había hecho con suma eficacia su trabajo la Triple A comandada desde La Plata.
Zucotti, a pesar de su visceral anticomunismo y su familiaridad con ciertos personajes del submundo vinculado al aparato parapolicial de las bandas golpistas de la Triple A, era un clásico peronista de la época que no estaba dispuesto a voltear a nadie que llevara el apellido Perón. Era de una lealtad perruna, muy propio de lo que en esa época se interpretaba por lealtad al movimiento peronista. Isabel era la esposa del General y el General ya no estaba. Era pues la Señora (como la llamaban a Isabel) la depositaria de esa lealtad peronista.
Isabel le encomendó romper la trenza golpista en la AFA y Zucotti logró neutralizar al menos ese foco desestabilizador. Fue uno de las pocas cuevas desestabilizadoras que pudieron ser desarticuladas gracias a la hábil mano política del presidente de Chacarita Juniors.
Como gesto de agradecimiento por los servicios prestados Isabel recomendó a Zucotti para la Vicepresidencia de la Confederación Sudamericana de Fútbol que en ese entonces tenía el rango de embajador y cuyo status diplomático le aseguraba a Zucotti (como terminó pasando) no perder la vida en el golpe militar que ya era inminente.
¿Hasta dónde podría haber crecido Salvador Zucotti de no haber mediado el golpe militar del 76? ¿Habría sido él y no Grondona el "hombre fuerte" del fútbol argentino? ¿Tenía Zucotti el talento para una empresa de semejante envergadura?
Ninguna de estas hipótesis puede ser verificada. El gobierno militar tenía una clara idea de la importancia del fútbol para mantener domesticadas a las masas. Aunque faltaban poco más de dos años para el Mundial 78, desde el primer día la dictadura demostró sus intenciones de manipular a la ciudadanía con la herramienta del fútbol.
Mientras la Argentina se convertía en un gigantesco campo de concentración, el único entretenimiento permitido por la dictadura violo-videlista fue la televización en directo por el viejo canal 7 de los partidos que el seleccionado argentino estaba disputando en su gira europea.
El Ente del Mundial 78 (EAM), un súper-organismo estatal encargado de organizar el mundial del 78 fue puesto bajo la administración del general (E.) Ornar Actis. Pero cada paso que daba Actis era vigilado por el almirante Carlos Alberto Lacoste, el hombre designado por el Almirante Massera para controlar obsesivamente al fútbol.
La interna feroz entre el Ejército y la Marina por el control de la AFA y el EAM se definió un año después del golpe. El 19 de agosto del 76 el general Actis fue asesinado en Wilde en un atentado que la dictadura oficialmente atribuyó a una organización terrorista pero cuya hipótesis más seria lleva a que Actis fue asesinado por un grupo de tareas de la ESMA (Escuela de Suboficiales de la Marina Argentina).
Lacoste heredó la responsabilidad de organizar el Mundial 78, aunque la cara visible fue el general Antonio Merlo. Por fin, entonces, Lacoste fue en los hechos, y en los cargos, el capanga del fútbol argentino.
Y Salvador Zucotti, el presidente de Chacarita, fue una de sus primeras víctimas de Lacoste.
En la madrugada del nefasto miércoles 24 de marzo de 1976 la Presidente Perón fue secuestrada en pleno vuelo del helicóptero que la llevaba de la Casa Rosada a Olivos y Zucotti le daba refugio en un departamento del cuarto piso de Lima 127 entre Hipólito Yrigoyen y Alsina 214 al súperbuscado Lorenzo Miguel, secretario general de la entonces poderosa U.O.M (Unión Obrera Metalúrgica). Lorenzo no solo era uno de los cruzados referentes políticos que tenía Zucotti. Ambos compartían intereses comerciales en la principal empresa proveedora de insumos de la U.O.M
Un comando interfuerzas compuesto por efectivos de las tres fuerzas armadas mas un escuadrón antiguerrillero de la Policía Federal en un procedimiento conducido por el Ejército “reventó el escondite” el domingo 28 de marzo a las 16 hrs. y después de moler prolijamente a golpes al sindicalista procedió a apresarlo. Zucotti no estaba.
Ese domingo Chacarita jugaba de visitante en La Paternal contra Argentinos Juniors y el presidente del club había ido a ver el partido. Cuando cerca de las 18 hrs. Zucotti volvía a la que consideraba su ultrasecreta guarida con alegre ánimo por la victoria funebrera por 2 a 1 junto a su yerno Claudio Marangoni y el DT funebrero Alfio “Coco” Basile, pudo ver a la distancia que la entrada del edifico estaba copada por efectivos de seguridad y puso - con sus acompañantes - pies en polvorosa.
Semanas después del golpe y con Zucotti esquivando - gracias a su condición diplomática y sus apoyos internacionales - la primera ola de masiva represión dictatorial, en su primer encuentro en la AFA con Lacoste, como era de prever, casi terminaron a las trompadas en las oficinas del segundo piso de la AFA. Lacoste tenía “marcado” al presidente de Chacarita, pero no le podía aplicar los métodos "tradicionales" de la dictadura.
Zucotti era el vicepresidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol. La Confederación Sudamericana de Fútbol era el feudo del dictador paraguayo Alfredo Stroessner a través de su compatriota Nicolás Leoz, presidente de la afa paraguaya y éste a su vez era amigo personal y socio comercial de Joao Havelange, el todopoderoso presidente de la FIFA.
Para Lacoste, Havelange era casi la encarnación de Dios en la tierra. Tenía la facultad suprema de decidir sobre la vida o la muerte del Mundial 78. Havelange cuidó las formas con la junta militar argentina pero le hizo saber expresamente que su hombre en el país era Zucotti.
Esos contactos internacionales de Zucotti son los que salvaron su vida.
En 1978 también se jugó en la Argentina el Campeonato Mundial de Básquetbol de Clubes. Real Madrid fue la gran atracción. Y encabezando la delegación española llegó el mítico don Santiago Bernabeu (el presidente "merengue" que, gracias a su amistad con el dictador Francisco Franco, colocó al Real Madrid entre los mejores diez clubes del planeta). Bernabeu se alojó en el hotel Sheraton.
En esa semana de estadía en Buenos Aires el presidente del Real Madrid sólo visitó una casa particular para comer un rico asado: la de su amigo Salvador Zucotti. El asador en ese asado fue el "Turi" Ginés.
Nada malo (detención, secuestro, tortura o muerte) podía ocurrirle a Zucotti. Y esos límites podía detectarlos hasta un hombre del Proceso. Pero Lacoste se encargó de avisarle que las iba a pagar, aunque no fuera con su vida. Después de discutir a los gritos, sin reparar en los escasos testigos presentes, le dijo:
“¡¡¡ Basta, carajo ¡!! ¡¡¡ Cuídese de cada paso que dé ¡!! ¡¡¡ Mire que ya no tiene más en el gobierno a esa yegua puta que lo defienda!!!
“Sepa que mientras yo mande acá voy a hacer lo imposible para que Chacarita se vaya a la mierda. A la B, a la C. Y no se haga el vivo hablando por ahí porque se la puedo hacer muy difícil mientras viva en el país”.
Zucotti no puede decir que Lacoste no le fue de frente. El se mantuvo como presidente de Chacarita hasta 1979. Pero a fines de ese año, y ya pasado el mundial, si bien su cargo internacional lo ponía a salvo, no puso a salvo a Chacarita Juniors. La AFA recibió precisas instrucciones de la dictadura violo-videlista respecto al cuadro de San Martín y el funebrero descendió a la B. Un año después ya estaba jugando con Sacachispas y Flandria en la Primera C. Nunca en la historia del fútbol argentino Chacarita había caído tan bajo.
Pero lo que Lacoste nunca pudo desarmar ni utilizar fue la estructura gangsteril armada por Zucotti puertas adentro del club.
Fundamentalmente por que la barra brava - además de la ominosa presencia de las patotas sindicales - había recibido el forzado aporte de delincuentes y asesinos sacados de prisión para “trabajar” en los escuadrones de la muerte de la Triple A (A.A.A ó Alianza Anticomunista Argentina), que en sus momentos de ocio comían asados e iban a la cancha de Chaca con sus “camaradas” sindicales de armas.
Esa organización de ultraderecha, que la propaganda de la época endilgó a Lopez Rega, en realidad había sido fundada en noviembre de 1973 en La Plata por influjo del gobernador Victorio Calabró y el jefe de la SIDE Gral. Otto Paladino, que ya se había integrado al proyecto de golpe contra Perón.
Por esos años la división de las fuerzas de choque de la hinchada ("Turi" Ginés a cargo del polideportivo Champagnat y Roque Arias en la cancha) dibujada por Zucotti se vio alterada por un incidente. Roque cayó preso.
A Roque lo hallaron culpable de integrar una asociación ilícita armada para delinquir, junto a un comisario de San Martín. Después de deambular por varias cárceles de la provincia de Buenos Aires, Roque fue a parar al penal de Olmos. Murió en 1982, pocos días antes de salir en libertad. Estaba alojado en el pabellón de "buena conducta" a la espera de su libertad, cuando un incendio le quemó la vida.
La brusca salida de escena de Roque Arias consolidó de inmediato el poder de Arturo "Turi" Ginés, que ya era el jefe de la custodia personal de Zucotti.
Al final de su lustro al mando del club (1974-1979), el gran "legado" que dejó Salvador Zucotti fue la institucionalización de la barra brava de Chacarita como fuerza de choque al servicio de los señores feudales del sindicalismo y la política argentinas.
Su poder, que nació al amparo del fútbol, se derramó hacia la política y el gremialismo. El club era como un campos de formación y entrenamiento de cuadros que practicaban el apriete, la extorsión y los estragos varios sobre personas y propiedades.
8. BARRIONUEVO DESEMBARCA EN SAN MARTIN
¿Y qué fue de Barrionuevo y de su influencia en Chacarita en aquellos años?
En la segunda parte de la década del 70, Barrionuevo sólo tenía cabeza para pensar en su supervivencia personal. Transitaba sus primeros años de pareja con Graciela Camaño alojado en el altillo del gremio ("La Cucha"). Había descubierto el filón de la recaudación compulsiva de los aportes de los trabajadores gastronómicos.
Luego del golpe militar se pasaba horas en el despacho del coronel Borghi que era interventor de la obra social de los gastronómicos, tratando de convencerlo de que él era un peronista en el que los militares podían confiar, y dándole como ejemplo de su habilidad el modelo de la seccional San Martín: en "su gremio" - decía - no había subversivos ni terroristas.
Mientras Barrionuevo hablaba diariamente con los militares, la presidenta constitucional Isabel Perón iniciaba un periodo de prisión de 6 años, 30.000 argentinos eran “desaparecidos” en nombre de la defensa del “mundo occidental y cristiano”, otros 200.000 argentinos eran convertidos en “presos políticos” y más de 500.000 debían exilarse en el exterior para salvar sus vidas de la sanguinaria represión dictatorial.
“¿Vio, coronel, que no le iba a fallar? Yo le decía que nosotros podíamos manejar solitos el gremio. Acá hay mucha guita, sólo que hay que sabérsela sacar a los "trompas" - le decía Barrionuevo al coronel Borghi - cada vez que podía.
Nunca se pudo comprobar si estos procedimientos irregulares involucraron al coronel Borghi o a otros militares o civiles. Para cuando la dictadura violo-videlista abandonó el poder, los archivos del Sindicato Gastronómico se habían esfumado. Como si la historia hubiera quedado liquidada. Toda la documentación anterior a 1982 simplemente desapareció. Las sucesivas mudanzas gremiales terminaron por borrar la memoria.
Por esos tiempos, el fútbol estaba al final de la lista de prioridades de Barrionuevo. Sólo les prestaba atención a los grandes eventos, como el Nacional del 77, cuando Independiente le ganó la final a Talleres, en su cancha de Córdoba, con nueve jugadores. O el Mundial del 78, cuando salieron con Camaño a festejar en el Renault 12. O el Nacional del 79, cuando Bochini le metió dos golazos al "Pato" Fillol y sumó otro título para el "Rojo".
De Chacarita sólo escuchaba hablar en esas mesas largas que se armaban todos los mediodía en la seccional San Martín de Gastronómicos. Alguna que otra vez se sumaban los muchachos de don Salvador Zucotti. "Turi" Ginés siempre andaba con dos laderos, morochitos y serviciales, "Muchinga" y el "Mono" Oscar, que entonces eran dos jovencitos en apariencia inofensivos. También frecuentaba esas mesas "Batata" Apolonio. Todos buscaban hacer pie en la barra de Chacarita y eran parte de la segunda línea generacional. Barrionuevo los trataba con cariño. Lo divertían las historias de cancha. Las peleas a piedrazos, las corridas. Lo seducía esa capacidad que tenían para amedrentar a todos aquellos a los que él consideraba unos pusilánimes y cagones de escritorio. "¿A quién le puede importar un club como Chacarita, que juega los sábados contra Piraña o Defensores de Cambaceres?", pensaba.
Por entonces, 1980, la dictadura violo-videlista a través del coronel Juan Manuel Valladares (interventor del gremio) ya lo había rehabilitado. Le adecentó la ficha de afiliación y el prontuario de los servicios de inteligencia. Barrionuevo estaba limpio.
Listo para el pacto militar-sindical que fraguaría algún día, cuando las urnas dejaran de estar bien guardadas y Estados Unidos mandaran de vuelta a sus cuarteles a los militares y le abriera a los políticos “moderados” la posibilidad de que se hicieran del gobierno a cambio que el poder lo siguiera teniendo la madre patria anglosajona y no se investigara el origen de la deuda externa.
De esa manera la dictadura violo-videlista tuvo su progenie pseudodemocrática. Para Barrionuevo era la hora de hacerse fuerte en el gremio. Ni la política ni el fútbol estaban en sus prioridades. Ni siquiera los podía ver como jugosos negocios.
Pero al mismo tiempo que los militares se desbarrancaban hacía el abismo, primero con la debacle económica de Martínez de Hoz y después en forma definitiva con la derrota en la Guerra de Malvinas, Chacarita empezaba a remontar la pendiente.
En 1981 subió a la B y en el 83, mientras el liberal Bittel perdía su elección a manos de los radicales de Alfonsín, festejaba su regreso triunfal a la Primera A.
9. EL GENESIS DE LA ACTUAL BARRA (Según el evangelio de San Turi)
Esa tarde de diciembre de 19S3, "Turi", "Muchinga" y el "Mono" Oscar sacaron chapa de "porongas" (jefes). Fueron al frente contra la barra de Los Andes (tradicionales enemigos) y la policía bonaerense. Protagonizaron una trifulca histórica, Al otro día sus caras aparecieron en la tapa de varios diarios, entre ellos Crónica y Clarín. Eran los que se veían en cuero, enfrentando a un policía que montado a caballo repartía machetazos en medio de la cancha. Barrionuevo vio las fotos y reconoció a los muchachos de Zucotti.
“Che, "Turi", así que ahora te haces el famoso - le dijo, en tono chistoso pero halagüeño cuando se lo cruzó, mientras pensaba que no estaría mal tenerlos de amigos cuando tuviera que ganar una interna en el sindicato o en el partido. O apretar a los radicales que desembarcarían en el gremio reemplazando a sus amigos militares.
Se venían tiempos de sequía para el peronismo y Barrionuevo no se decidía a poner todos los huevos en la canasta de la política. Con la estructura sindical de los gastronómicos y los textiles de San Martín había hecho un intento en las internas. Había quedado tercero. Con una "ambulancia repleta de dinero" andaba recogiendo heridos en el maltrecho peronismo. Así sumó a Armando Capriotti: “¿Por qué no te venís conmigo? Vos laburás muy bien la calle y no sos un negro cabeza. Acá en San Martín necesito a alguien de confianza” - le dijo.
Y también a Arturo "Turi" Ginés: “Ustedes son la savia del peronismo, no como esos hijos de puta que nos llevaron al muere. Pero vamos a salir porque los peronistas somos como los gatos: nos rejuntamos y nos matamos, pero siempre tenemos una vida más”.
Con argumentos de esa talla reunió el intelecto y el instinto. Todos eran de reconocida estirpe peronista: eso era lo único que importaba.
Fue así, de casualidad, como Barrionuevo, hace exactamente veinte años, comenzó a usufructuar en su beneficio la fuerza de choque heredada de la gestión de Salvador Zucotti. No fue una construcción adrede, sino una conjunción de hechos fortuitos los que unieron los destinos de personajes tan disímiles como Luis Barrionuevo, Armando Capriotti, Horacio "Turi" Ginés, Raúl Gustavo "Muchinga" Escalante, Oscar el "Monito" Oscar Bitz y Alberto Alfredo "Batata Apolonio.
Del núcleo fuerte hubo algunos desgajamientos. En el 87 el "Mono" Oscar fue tentado para ocupar una plaza apetecible: ser chofer de Antonio Cafiero. Para su fortuna, el peronismo resultó ganador en la provincia de Buenos Aires. Y el "Mono" Oscar vivió desde adentro toda la etapa de Cafiero gobernador. ¿Por qué Barrionuevo no tomó este pase como una traición? No hay una buena respuesta para el interrogante. Cafiero era el enemigo declarado de Barrionuevo. El gastronómico lo detestaba porque lo consideraba un tibio, un cagón. Hubiera seguido a Menem o a cualquiera que se enfrentara a Cafiero. Era una cuestión de piel.
¿O tal vez el "Mono" Oscar fue un infiltrado que Barrionuevo logró colarle a Cafiero? Cuando Menem llegó al gobierno en el 89, el "Mono" Oscar volvió al redil barrionuevista y recuperó su puesto de influencia.
Barrionuevo siempre reconoció el “valor táctico” de aquellos a los que sus colegas políticos llaman, con un dejo despectivo, barrabravas.
Esa fue una de las enseñanzas que le dejó su relación de amor-odio con Juan Carlos Rousselot. Este andaba siempre acompañado por el voluminoso "Gordo Cadena" (Máximo Manuel Zurita), el capo de la barra del Deportivo Morón. "Cadena" podía cumplir varias funciones: "culata", chofer, operador, "radiador" (en la jerga marginal es el que tiene el poder de hacer de filtro para cualquiera que desee acercarse al "Jefe") y hasta mensajero.
Barrionuevo tomó nota de esas relaciones peligrosas. Y a su modo alimentó el vínculo con los "muchachos" de la barra. La interna del 88 contra Cafiero y la campaña "Menem presidente" oficializaron la relación. Barrionuevo y la barra dejaron de ser sólo buenos amigos y pasaron a ser un matrimonio.
El staff de la banda creció en número. Las diferentes villas de San Martín hicieron su aporte de hombres. De "La Rana", José León Suárez, los monoblocks de Loyola, "Corea", "La 18", la "9 de Julio" y el conventillo de la calle Gutiérrez salió la " tercera generación”.
Una generación con nuevos hábitos: endiosan la cocaína, el vino en caja y la cumbia villera. Y nuevos iconos: idolatran a los pibes chorros tanto como odian a los políticos; para ellos, las estampitas de Rodrigo y Gilda valen más que la de la Virgen María. Una generación que no quiere cambiar el mundo con ninguna revolución. No lo cuestionan. Tan sólo creen que el sistema está putrefacto y que ellos son la carne descompuesta de la sociedad. Pero a cambio de “honorarios y ventajas comparativas varias” no tienen problema en defender a muerte a ese sistema putrefacto. Solo es cuestión de cotización.
No hay líder gremial o político que pueda encauzarlos ni conducirlos. Ni siquiera uno que alguna vez haya salido desde el fondo del pozo social, como Barrionuevo. El, para ellos, también es la cara de la maldita sociedad.
10. CUMBIA VILLERA
Como en cualquier organización vertical, la nueva generación que venía remando desde abajo ejerció presión sobre los de arriba en busca de espacios físicos en el gran escenario: los tablones de la tribuna que da a la calle Gutiérrez en la cancha de Chacarita.
Desde 1987 en adelante "Muchinga", "Batata", el "Mono" Oscar y el "Turi" Ginés se reciclaron en cuadros políticos. No abandonaron sus puestos de combate en la barra, pero dejaron de ser tropa rasa para convertirse en oficiales de la flamante milicia. Fueron promocionados por el mismísimo Barrionuevo, que les sumó nuevas responsabilidades. Chacarita penaba otra vez por las categorías más bajas y la prioridad era apuntalar con mano de obra al emergente fenómeno de "Menem presidente".
Esos dos años hubo trabajo a destajo. "Batata" y "Muchinga" hacían tanto de “grupies” en las Caravanas de la Esperanza en el conurbano, como de "espías" en la previa de los grandes actos, ya fuese en Tucumán, Jujuy, Formosa o Río Negro.
Recogían información sobre el terreno que debía atravesar el candidato presidencial, la procesaban con sus particulares códigos y la bajaban al comando de campaña. Gracias a ellos, Barrionuevo era el primero en enterarse de cómo eran las internas en cada sección, unidad básica y barrio de los lugares que visitaban; en definitiva, de saber cuál era la sensación térmica que acompañaría a Menem en su recorrido por cada pueblito o ciudad de la Argentina.
Barrionuevo logró colar a sus hombres en la estructura de campaña del menemismo. No eran comparsa ni murga. Ese papel siempre lo ejerció con autoridad el "Tula".
"Batata" y "Muchinga" eran todo terreno. "Turi" Ginés era más dúctil, más político. Una tarde del 89, unas semanas antes de las elecciones del 14 de mayo, el "jefe" lo convocó de urgencia a su despacho de la calle Alberti y le dio una consigna:
- "Turi", agarrá el auto y andá a Aeroparque. Ahí lo agarras al "Turco" y me lo llevas derechito para San Martín. No quiero errores. ¡¡¡Este hijo de puta qué mierda se cree!!! ¿Que voy a jugarme hasta el último peso por él y ahora le va a agarrar la depre? Escuchaste bien clarito Turi: ¿no? Lo traes sí o sí. Si el "Turco" se sube al avión y se va para La Rioja, vos sos boleta. Mejor que no vuelvas si no me lo traes”.
"Turi" se dio cuanta, esta vez, el "jefe" hablaba en serio. Él sabía que Barrionuevo siempre había sido un poco mentiroso. En esos días ponía cara de perro y gritaba todo el tiempo, pero esta vez había algo especial en sus ojos. Se le desviaban un poco más que lo normal y la vena del cuello le latía como si se fuera a reventar.
Al final "Turi" cumplió el encargo sin tener que esforzarse demasiado. Menem había caído en uno de sus típicos pozos depresivos.
Menem extrañaba a sus hijos y estaba atosigado por Zulema. El problema era que Barrionuevo le había armado para esa noche el acto de cierre de la primera sección electoral. La convocatoria la hizo en la plaza San Martín. A media mañana de ese día, Barrionuevo recibió el primer llamado telefónico alertándolo sobre la posible deserción del candidato. Alguien del entorno lo había convencido de que lo mejor sería que fuera a descansar a La Rioja.
Esa noche, en San Martín, el candidato presidencial pudo hablar a los niños pobres que tienen hambre y a los niños ricos que tienen tristeza.
El premio mayor fue para "Turi" Ginés. "Turí" tenía edad y condiciones para ascender y codearse con la dirigencia. De aquel joven alocado que se enfrentó al policía a caballo en la cancha de Los Andes ya quedaba sólo el recuerdo. De vez en cuando se trenzaba en alguna trifulca de poca monta con los de Chicago o All Boys. Robaba un par de banderas, tiraba algunos cascotes o perseguía a alguna hinchada rival hasta la estación de trenes, más que nada por divertirse. No era un nene de pecho pero tampoco estaba dispuesto a convertirse en un delincuente consumado.
La última gran jineta de barrabrava que "Turi" Ginés se colgó en el pecho fue la descomunal batalla de 1984 en la cancha de Chacarita contra Boca. "Turi" y los suyos combatieron a trompadas, palazos, cascotes y tiros con "La Doce", que llevaba al "Abuelo" José Barritta al frente. Cuando parecía que la refriega sólo terminaría cuando una de las dos barras venciera a la otra, el jefe del operativo policial decidió dominar el conflicto. Ordenó a las tropas de la bonaerense que formaran un escudo entre las dos. La actitud policial indignó tanto a los seguidores del "Abuelo" como a los de "Turi". En un momento las barras que combatían cesaron su batalla y se juntaron para atacar a la Policía hasta hacerla retroceder casi hasta los vestuarios. El jefe del operativo ordenó disparar con balas de verdad y sólo dos horas más tarde pudo sofocar los ánimos.
La pelea encarnizada entre la barra funebrera y "la Doce" siguió en la estación de San Martín. Cuando llegó el tren hacia Retiro, las barras se subieron a los vagones y continuaron la pelea arriba de la formación. El conductor del convoy recibió la orden de no detener la marcha en ninguna estación intermedia, hasta Retiro. Recién ahí la Policía pudo apaciguar tanto ardor.
A las trompadas, pero con inteligencia práctica, "Turi" Ginés se hizo un lugar al lado de Barrionuevo.
Todavía faltaba mucho tiempo para que Graciela Camaño se transformara en su gran enemiga política y personal, le colgara el cartel de indeseable y lo echara del entorno barrionuevista.
Pero en aquellos años históricos del 88/89 para Barrionuevo, "Turi" era una promesa política. Tanto que lo acomodó en las listas como candidato a senador provincial del PJ. No ganó el cargo porque figuró en un puesto a los premios, pero fue todo un dato que su nombre apareciera en la lista.
Barrionuevo también le dio la responsabilidad de conducir Chacarita Juniors durante la gestión del presidente Cerrutti (de 1990 a 1993).
Desde las sombras, Barrionuevo manipuló el proceso "eleccionario" en Chacarita, que fue muy importante para las aspiraciones del gastronómico porque fue el que precedió y permitió luego su desembarco oficial en el club.
Aprovechándose del gran amor al club y de la inmensa ingenuidad política de uno de los más probos dirigentes históricos del funebrero como es Cerrutti, Barrionuevo convenció al mismo que era la persona indicada para hacerse cargo de la conducción del club. Que por la plata necesaria no se afligiera que él se iba a ocupar. Y Cerrutti le creyó.
Simultáneamente logró que el “Turi” Ginés, el "Mono" Oscar y "Batata" Apolonio renunciaran a sus aspiraciones de conducir el club en forma abierta a través de una lista.
Le dio instrucciones a Ginés para que convenciera al "Mono" Oscar y a "Batata". El argumento fue contundente:
“Chacarita está fundido y yo soy el único que tiene plata para salvarlo. Si hicimos presidente a Menem cómo no vamos a poder salvar a "Chaca" de la quiebra”.
No hizo falta ninguna presión adicional. El triunvirato que de hecho manejaba y conducía a la barra comprendió que sin Barrionuevo no tenían futuro por ellos mismos. Barrionuevo se vendía a sí mismo como uno de los cuatro o cinco hombres más influyentes del menemismo. Y ellos creían ciegamente en la conducción estratégica del "Jefe".
Fue recién entonces - después de estar seguro de que los principales hombres de la barra estaban alineados detrás de él y le iban a responder ciegamente - cuando Barrionuevo le dio la instrucción al “Turi” Ginés para que convocara a una asamblea de socios en el polideportivo Champagnat.
Fue en esa asamblea donde Barrionuevo, por interpósita vía de "Turi" Ginés, impuso a Cerrutti como "la cara seria, honrada y funebrera" de esa comisión directiva.
El “Turi” Ginés se quedó con el cargo de vicepresidente primero y el poder para ser "el hombre" de Barrionuevo en el club. No hubo necesidad de fraude ni de aprietes. Al final de esa noche, del polideportivo Champagnat salió una lista única que respondería con fidelidad y lealtad menemistas a Barrionuevo.
Después de varios meses de permanentes roscas, el “Turi” Ginés había logrado el objetivo que se le había encomendado: desde las sombras, Barrionuevo sería el mandamás de Chacarita.
El presidente real, Cerrutti, le debía el cargo. El "Mono" Oscar, otro leal, conduciría la estratégica comisión de fútbol. Ninguno tenía poder ni dinero como para conducir un club. Estaban tan condicionados como la Argentina ante el FMI.
A instancias de "Turi" y del mismo Cerrutti, Barrionuevo se fue haciendo cargo “paso a paso” de las boletas de luz, gas, agua, teléfono, ingresos brutos e impuesto municipal. Fue una especie de vaciamiento natural. Una privatización de hecho. Chaca se diluía como club para travestirse en un señorío feudal donde los hinchas y socios iban a ser de ahí en más simples siervos y una minoría de “elegidos” la nobleza con acceso al “círculo áulico” del señor feudal. Al señor feudal de ahí en más se lo conocería bajo los alias de “Luisito”, el “tío Luis”, “bandeja” o el “canciller”, según el ámbito que frecuentara Barrionuevo.
El equipo naufragaba en los sucesivos torneos... A la cancha iban menos de 2.000 personas por partido. Chacarita no era atractivo ni para los potenciales sponsors ni para la TV. Los magros ingresos no cubrían los obesos egresos. El sueldo de los jugadores y los gastos fijos de mantenimiento del club se hicieron cada vez más difíciles de afrontar. Con Chacarita en rojo, fue la caja generosa de gastronómicos la que más de una vez rescató al club de la quiebra.
Para 1993, entre todos los integrantes de la tristemente célebre comisión directiva del 90/93, pusieron a Chacarita de rodillas a la espera del “mesías” que vendría a salvarlo del derrumbe final.
Chacarita vivía y sufría la misma operatoria que el menemismo llevaba a delante con las empresas estatales: vaciarlas, fundirlas, hacerlas lo más ineficientes posibles y cuando estaban al borde la muerte “pasarlas” a los “mesias salvadores”: las empresas capitalistas privadas, nativas o extranjeras.
Barrionuevo quedó en la doble condición de principal acreedor del club y, al mismo tiempo, de único hombre que podía "salvar" a Chacarita del marasmo. En medio de ese caos económico-financiero, lo único que funcionaba relativamente bien era la barra brava. "Turi" Ginés aplicaba los métodos que había aprendido con Salvador Zucotti y los tenía domesticados.
Barrionuevo reconocía que la gran virtud del “Turi” Ginés era saber conducir a la barra. Había manejado con equilibrio el delicado tema del reparto de entradas (en los años 80 y hasta mediados de los 90, la propia AFA le entregaba a cada club una remesa de entradas de favor con el correspondiente sellado), y cuando alguno se pasaba de la raya lo arreglaba como en el barrio: “Le daba un par de bifes en la cara y a la mierda...” - según su propia confesión.
En esos años, "Turi" actuó para Barrionuevo como una especie de monje negro que digitaba ascensos, promociones y castigos de la barra. "Batata" Apolonio, el otro con antigüedad suficiente, siempre se mostró más proclive a calentarse bajo el sol menemista que a involucrarse en los conflictos internos de Chacarita.
En el reparto de roles, al "Mono" Oscar le quedó el control del polideportivo Champagnat, aunque más de una vez tuvo que defenderlo a los tiros de los embates de "Muchinga", que ya se sentía un coronel con los suficientes laureles como para tener un territorio propio sobre el cual mandar.
Para colmo, "Muchinga" no estaba solo. Contaba con varios apoyos. El primero, su mujer, "Betty" Mapío, una morocha retacona con el pelo renegrido que le llega hasta la cintura, alguien muy capaz de agarrarse a trompadas con Mike Tyson si era necesario. Además, lo apoyaba la banda de Villa Maipú, que tiene su cuartel de operaciones en el bar de Gutiérrez casi esquina Estrada. Y, muy especialmente, “Muchinga” tenía el sostén de Armando Capriotti, que comenzaba a perfilarse como el gerente general de la nueva sociedad anónima de Barrionuevo: Chacarita Juniors.
En agosto de 1993 Barrionuevo se hizo cargo de un club endeudado y atomizado. Como si hubiera sido el concesionario de Entel, Aerolíneas o YPF, siguió los dictados del modelo privatizador que asolaba a la Argentina.
Desembarcó allí con dos objetivos visibles: apoyar la candidatura de su esposa a la intendencia de San Martín y usar Chacarita como medio gratuito de prensa de alcance nacional para limpiar su imagen, que había quedado magullada después de que Menem lo tuvo que alejar de su entorno y del gobierno por decir en un programa de TV una verdad de perogrullo: que en la Argentina los que tienen poder no hacen la plata trabajando y que había que dejar de robar dos años para levantar al país.
Pero debajo de esas intenciones conyugales y cosméticas, subyacía la intención de conocer los secretos del nuevo nicho: el gerenciamiento de clubes quebrados. El negocio del fútbol tenía tal cantidad de levadura que parecía inflarse como un globo aerostático.
El "Negro" Carlos Ávila había abrochado con la AFA un contrato fabuloso. Los intermediarios (como Gustavo Mascardi o Settimio Aloissio) salían en las revistas de actualidad casi tanto como los jugadores que representaban. Desde Europa, el modelo del merchandising y la sponsorizacion prometía ganancias y retornos multimillonarios.
Lo primero que Barrionuevo intentó hacer en Chacarita fue neutralizar todo vestigio de violencia intestina. Y si ello no era posible, maquillarla para presentar el nuevo rostro. El marketing de la patota que tan buenos resultados le había proporcionado desde el retorno de la democracia, ahora se mostraba obsoleto como herramienta política. Los nuevos tiempos requerían "paz y amor". O por lo menos barrer la basura debajo de la alfombra. Había que extraer o neutralizar las semillas violentas que había sembrado Salvador Zucotti en los 70, y que él mismo se había encargado de regar en los 80. Si antes daban frutos, ahora eran malezas.
Barrionuevo y Capriotti no habían alcanzado a acomodarse en sus despachos cuando la barra brava de Los Andes (apadrinada por el gerente de Torneos y Competencias, Armando Tedesco) les presentó la primera prueba. Barrionuevo quería apoderarse del negocio TyC-AFA y los integrantes de dicha sociedad le avisaron que no iba a ser posible.
En 1985, Carlos Ávila le compró a la AFA, por tres meses y en 100 mil australes, los derechos de televización para "Fútbol de Primera". En 1987, se firmó el primer contrato de exclusividad entre AFA y TyC. Torneos pagó 1 millón de australes por partidos de Primera, Nacional B y Primera B para toda la temporada 87-88. En el 91 se firmó el primer contrato para transmitir fútbol en la televisión satelital codificada. Ese año, TyC le adelantó a la AFA 1.575.000 dólares. Al año siguiente, subió a 2 millones el adelanto. A partir del 93-94, cada año TyC desembolsó 2,5 millones de dólares. Además, desde el 94, Torneos les aseguró a los clubes grandes - los que jugaban el clásico del domingo - otros doce millones de dólares anuales. A partir del 95, los clásicos del domingo pasaron a cotizarse en 15 millones. Tres años después, se firmó un contrato que extendió la ligazón entre TyC y AFA hasta 2014. Torneos le paga anualmente a la entidad de Grondona 55 millones de dólares anuales. Después de la pesificación de 2001, los clubes más chicos (Primera B) reciben unos 240 mil pesos mensuales, y los más grandes (Boca, River), hasta 7 millones de pesos mensuales.
Dado que Barrionuevo quería vender la imagen de Chacarita convertido en un club suizo, el gerente de TyC Tedesco - al viejo estilo, mandó a su barra, los de Lomas de Zamora - a que desafiaran a los funebreros a ver quién tenía más aguante. Era una manera de comenzar a embarrarle la cancha a quien sabía iba a ir por ellos y su fabulosa recaudación mensual.
El sábado 16 de octubre de 1993, la barra de Los Andes decidió "conmemorar" el décimo aniversario de la batalla campal contra el ejército de "Muchinga", "Turí" y "Batata". El de aquella final por el ascenso a la Primera A del 26 de diciembre de 1983 en la que la Policía, a caballo, repartía machetazos a diestra y siniestra. Para los de Chaca no había conmemoración a realizar: La batalla que habían ganado en Lomas de Zamora era una de las tantas que en esa década del 80 le ganaban a todas las otras barras del fútbol argentina.
La provocación de TyC contra Barrionuevo era como esos tiros que matan a dos pájaros a la vez: le permitía la posibilidad de la revancha a la barra del “milrayitas” y a cambio de la segura violencia que iban a desencadenar los barras, voltearlo al gastronómico antes que tomara demasiado vuelo en el fútbol argentino.
El operativo se montó en secreto. Durante la semana se repartieron entradas de visitante para el partido en las villas de Fiorito y Centenario. Como refuerzo, Los Andes sumó al grupo, el sector de la hinchada de Boca conocido como "Los del Sur".
Un ex barrabrava de Boca, testigo directo de la feroz pelea, relató los hechos que terminaron con un muerto a facazos y tiros:
“En la semana se habló mucho del tema en Lomas. Andaban todos alborotados repartiendo entradas en las villas. El sábado salió la caravana desde la sede de Los Andes y pasó a levantar negros por todo el Camino de Cintura. Éramos como mil tipos más o menos. Había como veinte micros y el resto iba en coches particulares. Yo iba en auto. Cuando llegamos a la General Paz estaban los ratis esperándonos con patrulleros y carros de asalto. Pusieron un par de coches de la cana adelante y arrancamos hacia la cancha. Cuando llegamos, nunca pude saber por qué, la cana nos metió justo debajo de la tribuna de "Chaca".
“Ahí se armó un bardo fenomenal. Volaban las piedras y yo veía que los muchachos de Lomas empezaron a pelar los fierros que llevaban en algunos autos. El quilombo se armó en la calle y en un momento los de "Chaca" no pudieron hacer más el aguante y rajaron a esconderse (o a buscar refuerzos, no sé) a un conventillo que hay como a tres cuadras de la cancha, justo por la misma calle donde está la tribuna de la barra. Nosotros estábamos arriba del auto cuando se nos apareció un mono con la camiseta de Chacarita con un pedazo de cemento o de asfalto y nos partió el parabrisas de atrás. En ese momento me doy vuelta y veo cómo tres o cuatro de Los Andes lo agarraron y le metieron un par de cuchillazos. El tipo - que no era un pendejo - se la aguantó de parado y entonces "Juan" lo cagó a tiros”.
El hincha de Chacarita asesinado se llamaba Hugo Martínez. Tenía 50 años y era albañil. Vivía en el conventillo de Gutiérrez casi esquina Estrada y, según el detalle del informe policial, fue atacado por cuatro hombres que bajaran de un coche no identificado. Falleció en la Policlínica de San Martín con heridas de cuchillo en el abdomen y la espalda y tres balazos.
La verdadera identidad del asesino “Juan” es Juan Díaz. En 1993 tenía 22 años y era conocido con el apodo de "Loco". Integraba las barras bravas de Los Andes y de Boca. En enero de 1994 fue detenido en Mendoza, acusado de tirotear en Desaguadero y Alto Verde a los hinchas de Independiente que viajaban en ómnibus hacia la capital para ver el partido contra Boca por un torneo de verano donde hubo dieciséis heridos de bala.
Y prosiguió el ex barra xeneize: “El tipo quedó tirado en el suelo pero nadie le dio bola, porque desde el conventillo salió otro de Chacarita en cuero y con una pistola en la mano. A ése también lo sacudieron. Es más, "Juan" (que también iba todos los domingos a la Boca) y dos o tres más se metieron adentro de un pasillo que da al conventillo a seguir tirando. El partido empezó como una hora más tarde hasta que el árbitro tuvo que suspenderlo, porque cuando los de Chacarita se enteraron de que habían matado a uno de ellos armaron un bardo impresionante y no se pudo seguir jugando. Cobró la Policía; todos ligaron ese día. Al final creo que lo tenían que jugar en otra fecha, pero no fueron ni la barra ni los jugadores de Los Andes. Me parece que Chacarita ganó los puntos de ese partido. ¿Si estuvo todo arreglado para cagarlo a Barrionuevo? ¡¡¡ Qué se yo!!! Todo puede ser... Yo lo único que sé es que a mí me rozaron con un balazo en el culo. Nada grave, pero ése sí que fue un lindo quilombo”.
Hacía apenas dos meses que Barrionuevo había asumido como presidente de Chacarita con el flamante discurso de la anti violencia como estandarte. Esa noche en su casa de Villa Ballester escuchó las recetas más disparatadas de cómo responder a la "mojada de oreja de los putos de Los Andes". En esa reunión de la mesa chica de la barra de "Chaca", Barrionuevo tuvo que apelar a la amenaza directa para frenar la sed de venganza que invadía a "Muchinga", "Batata", "Turi" y Cía.
El mensaje de Barrionuevo fue: “Tenemos que cerrar el culo y bancarnos la provocación. Si alguno de ustedes arma quilombo me va a terminar cagando a mí, no a Chaca. Y yo no voy a permitir que nadie me cague. Eso no lo voy a permitir. Antes reviento a cualquiera...”
Debe haber sonado convincente porque nunca hubo venganza por la muerte del hincha funebrero Hugo Martínez. Era más importante preservar la imagen política de Barrionuevo.
Pero, a cambio, el frente interno de la barra se le empezó a complicar. "Muchinga", con la complicidad de "Turi", comenzó a hostigar al "Mono" Oscar. Querían coparle el "Polideportivo" aunque fuera a los balazos. Barrionuevo había repartido los roles pero abajo seguía el mar de fondo. Capriotti se metió para zanjar la cuestión, pero fue acusado de favoritismo hacia "Muchínga". El dilema parecía sin solución, hasta que una noche Barrionuevo probó con la frase mágica:
“Yo no me meto más. Agárrense a trompadas o a tiros si es necesario. Cuando terminen que me venga a ver el que ganó. ¿Entendieron? ”
La ocurrencia le dio resultado. Lo dejaba a salvo de tener que dirimir la interna y al mismo tiempo alentaba la fricción entre los barras. Nunca nadie lograría aglutinar poder propio.
Con el mismo criterio desarmó cualquier intento de oposición en la Comisión Directiva:
“A ver, vos, que hablás tanto, ¿cuánta plata pusiste en Chacarita? Nada. Entonces te callas la boca, ¡¡¡ forro ¡!! - solía decirles a los que intentaban diferenciarse de su modelo neoliberal-menemista.
Pero, como "en casa de herrero, cuchillo de palo", Barrionuevo no pudo hacer frente a la interna más virulenta que tuvo en diez años como presidente de Chacarita: la que le armó su mujer, Graciela Camaño, en contra de su pollo político, el "Turi" Ginés.
Barrionuevo perdió la batalla en toda la línea. Tuvo que rendirse incondicionalmente y entregar la cabeza de su hombre. Peor que el emperador japonés Hirohito con los yanquis después de las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Ni siquiera pudo argumentar razones políticas para evitar el destierro del “Turi” Ginés, quien nunca más volvió a pisar la vereda de su casa de la calle Lange, entre O'Donnell e Industria, de Villa Ballester.
“¡¡¡ A ese hijo de mil puta no lo quiero ver nunca más por acá!!!, ¡¡¡ Ni a él ni a la yegua puta esa!!! "Turi" sabía todo y por eso vos lo proteges. Pero escúchame muy bien lo que te digo, Luis: ¡¡¡¡ que nunca lo vea en esta casa o en la básica!!! Lo quiero lo más lejos posible de esta familia, de mis hijos... El "Turi" se murió para mí, ¿te quedó claro, Luis?”, habría sentenciado la “negra” Camaño.
Arturo "Turi" Ginés pagó caro, carísimo, ser el padrastro de Roxana, la secretaria privada de Barrionuevo que la “negra” Camaño expulsó de Gastronómicos en 1996, bajo el supuesto cargo de ser la amante de su marido. La “negra” en su calentura fue más lejos todavía y levantó la sospecha - sin poder probarlo - de que el hijo varón de Roxana en realidad era fruto de la relación con Barrionuevo.
Con la muerte política de "Turi" Ginés, Barrionuevo no sólo perdió un cuadro importante en la estructura política de San Martín. El mayor daño lo sintió en Chacarita. A partir de entonces, nadie más logró manejar los hilos de la barra con la clase y la calidad del “Turi”.
"Muchinga", a quien Capriotti y Barrionuevo le dieron el manejo del buffet del club y el control de la distribución de las entradas y de los ómnibus, no logró aglutinar detrás de su figura a la totalidad de las múltiples facciones y bandas que pululan en las villas de la zona: carecía del carisma y la capacidad “gerencial” del “Turi” Ginés.
El tiempo se encargaría de demostrarle a Barrionuevo que muchas de sus penurias futbolísticas habían arrancado el mal día en que tuvo que decirle al “Turi” Ginés que Graciela le había prohibido verlo:
- "Turi", vos sabes que la mano viene mala.... Graciela está como loca y vos sabes mejor que nadie que cuando la "Negra" se enloquece no hay poder de Dios que la pueda cambiar-. Odia a Roxana, te odia a vos... Decime, ¿qué querés que haga por vos?
- “Nada, Luis, nada. Yo lo único que quiero es que Graciela se deje de hablar boludeces y para mí... A mí me gustaría ser concejal acá en San Martín y vos me podes dar una mano. ¡Meteme en la lista y listo!”
“No te hagas problema, "Turi". Contá con eso, yo te prometo que... ”
- “No, no, Luis… Vos no entendiste, a mí no me alcanza con tu promesa. Yo sé que después Graciela te aprieta y me bajan de la lista de consejales de un hondazo. No, no, yo no quiero promesas, quiero hechos “.
- “No me apretés, "Turi", no me apretés que no me gusta eso. Yo voy a cumplir, como siempre hago con los amigos. Quédate tranquilo que no te voy a cagar “.
“Turi” Ginés sabía que en política esa última frase “quedate tranquilo, no te voy a cagar” era un certificado de defunción. Desde ese día se dio cuanta que tenía que olvidarse de ver a Chacarita desde la cabecera de la calle Gutiérrez, el lugar físico donde protagonizó - desde 1974 - las mayores hazañas como barra-brava. Por una larga temporada hasta dejó de ir a la cancha. Después volvió, después de mucho tiempo, pero se acomodaba en la tribuna lateral, en las plateas, a la sombra de la tarde, para ver los partidos como un hincha "caracterizado". Como un viejo combatiente en obligado retiro efectivo.
Barrionuevo perdió al líder natural de la barra de Chacarita por culpa de los celos de su mujer. Sólo pudo evaluar la dimensión de la pérdida siete años después, cuando la bomba de tiempo explotó en su cara.
¿Habría podido "Turi" dominar a la "tercera generación" nacida en las villas de San Martín? ¿No habría estado "viejo" para lidiar arriba de la tribuna con marginales treinta años menores que él? ¿Puede un militante barrial con aspiraciones de concejal o diputado conducir a un ejército de desclasados y marginales?